¿Todos los niños necesitan terapia psicológica?

La psicología infantil

La psicología infantil permite diagnosticar y corregir el problema cuando un niño o adolescente sufre de algún trastorno de la conducta. Veamos cuales son las señales de alarma.

La psicología infantil es la rama de esta disciplina que analiza las conductas infantiles. Su objeto de estudio es el niño, desde que nace hasta que alcanza la madurez; es decir, cuando finaliza la pubertad. El cerebro de los pequeños y de los adultos es diferente, y por esto, existe toda una ciencia dedicada a entender el funcionamiento de ese órgano durante los primeros años de vida. Entre los trastornos analizados se encuentran: miedo, conflictos familiares, ansiedad, dificultades en la socialización, fallas de atención, dislexia, etc.

La educación de los hijos puede ser una carrera de obstáculos. Cada niño es único y aunque todos atraviesan las mismas etapas, siempre mantienen su propio ritmo. Así, es común que los padres se intranquilicen y teman que las conductas observadas sean anormales. Entonces, surge la pregunta: ¿El problema desaparecerá, al cabo de cierto tiempo, por si solo? O ¿Habrá que llevarlo a un terapeuta infantil? No desespere, le indicaremos cuales son los comportamientos que deben alertarlo de que algo irregular está sucediendo.

Tenga en cuenta que existe el llamado “desarrollo esperado”, para explicar aquellas conductas y capacidades propias de cada etapa. Por tanto, lo que se considera como normal para un bebé de un año, es preocupante cuando lo hace un niño de 3 años. Asimismo, el sistema nervioso no termina de madurar hasta los siete años, aproximadamente. Así que es natural, que a los más pequeños les cueste concentrarse por un largo período de tiempo, que olviden algunas órdenes o que les resulte imposible mostrar autocontrol cuando están tristes o enojados.

Aporte de la psicología infantil para detectar trastornos conductuales

También es importante tener en cuenta las características propias de la personalidad. Tal vez su hijo se comporte diferente al resto de los niños de su clase porque es tranquilo o más extrovertido. Y eso no significa que sufra de un trastorno mental. A veces, el verdadero problema son los padres con expectativas absurdas o con actitudes sobreprotectoras. Veamos algunos casos en los que es indispensable solicitar ayuda especializada:

  • Trastornos de conducta. Se manifiesta por medio de rabietas continuas, una actitud de alta agresividad permanente y ataque a otros niños, animales o a sí mismo. También incluye el consumo precoz de alcohol y tabaco, absentismo escolar y desafío recurrente a las figuras de autoridad.
  • TDAH. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad puede abarcar los siguientes síntomas: inmadurez emocional, actitudes negativas frente a otros niños, rabietas injustificadas, carencia de roce social, preferencia por el deporte antes que por las clases de aula y problemas para memorizar números, operaciones matemáticas o colores. En algunos casos resulta difícil de diagnosticar antes de los 7 años de edad.
  • Déficit de habilidades sociales. Su detección temprana favorecerá que el niño supere limitaciones que de adulto le podrían llegar a ser especialmente costosas. Se manifiesta como: una introversión extrema, timidez desmedida, agresividad injustificada, ansiedad en el trato con sus compañeros u otras personas, depresión, etc. 
  • Trastorno del aprendizaje. Son problemas que se manifiestan durante el período escolar. Aparte del TDAH, encontramos: dislexia (dificultad para aprender a leer) y disgrafía (problemas para dominar la escritura manual o mecanográfica y la ortografía). No tienen nada que ver con la inteligencia y suelen ser detectados por el maestro. Mientras más temprano se aplique la terapia, mejores serán los resultados.
  • Ansiedad y depresión infantil. Se trata de dos problemas diferentes que suelen aparecer juntos. La primera se manifiesta como el temor a ciertas situaciones; en especial, la muerte de los padres. La segunda incluye desinterés hacia el entorno, pensamientos autodestructivos, alteraciones del sueño, decaimiento energético, baja concentración, melancolía, etc.

¿Cómo actuar cuando se sospecha que hay un problema?

Antes de buscar un terapeuta que atienda a su hijo, converse con otros adultos que de manera rutinaria interactúan con él. La razón es que, hay ocasiones en que los niños se comportan de forma diferente dependiendo del entorno. Quizás hacen esto para captar la atención o como una medida de protesta ante actitudes o conductas que no les agradan. El resto de la familia y los maestros suelen ser la mejor fuente de información. Consulte al psicólogo infantil si su hijo:

  • Ya controlaba esfínteres con seguridad e inexplicablemente vuelve a necesitar los pañales.
  • Solo balbucea o dice palabras sin sentido y el resto de sus compañeros ya habla con fluidez.
  • No logra mantener el ritmo de las clases, las asignaciones y las evaluaciones.
  • De manera repentina se vuelve indiferente, irascible o melancólico.
  • No tiene amigos por ser excesivamente: violento, tímido o apático.
  • Sufre de pesadillas con regularidad y de terror nocturno. También si teme quedarse solo o con frecuencia le cuesta dormirse.
  • Tiene problemas de rendimiento por falta de concentración, aburrimiento o intranquilidad.
  • Es difícil de manejar, grosero, desobediente y agresivo.

Otras razones para necesitar la terapia infantil

Por último, su hijo también podría requerir el aporte de la psicología infantil si: presenta tics nerviosos, obsesiones particulares o trastornos como cefaleas, erupciones, vómitos o diarrea sin una causa médica. Es recomendable buscar apoyo profesional, en caso de que sea víctima del bullying o acoso escolar. Sin embargo, en muchas ocasiones, no tiene que esperar a que se manifieste el problema. Retos emocionales como divorcio de los padres, muerte de un amigo o familiar cercano, mudanza a otra ciudad, aislamiento social por una pandemia, etc. también constituyen indicios para solicitar ayuda profesional.