El poder de los hábitos y por qué funcionamos así

Los hábitos que repetimos sin darnos cuenta

Los hábitos son programas automáticos que nos ayudan a enfrentar la vida cotidiana. Nuestras rutinas no solo controlan nuestro comportamiento, sino también nuestros pensamientos y sentimientos, y revelan nuestra personalidad y nuestras interacciones con los demás y con nosotros mismos.

Los hábitos nos guían durante el día

En su primera conferencia del semestre, Bas Verplanken, profesor de psicología social de la Universidad de Bath en Inglaterra, tomó una foto de sus alumnos que estaban sentados en la sala de conferencias. Para la segunda sesión, el profesor proyectó la fotografía en la pared de la sala, a lo que sus alumnos respondieron con asombro y luego con risas: todos se habían colocado exactamente en los mismos asientos que la semana anterior.

Con este miniexperimento, Verplanken mostró la rapidez con que sus alumnos caen en patrones de comportamiento. «Adoptamos hábitos en cada situación nueva«, dice el psicólogo. «Todos los días, en cada fase de la vida, agregamos nuevos hábitos«. Verplanken considera desactualizada la suposición de que aprendemos rutinas principalmente en los primeros diez años de vida.

Sin lugar a duda, en esta etapa formamos importantes automatismos que nos guían a través de la vida cotidiana. ¿Con qué pierna nos empezamos a poner el pantalón? ¿Con qué frecuencia masticamos un bocado de pan con mermelada antes de tragarlo? ¿De qué lado empezamos a cepillarnos los dientes? – Probablemente aprendimos muchas de estas rutinas durante la infancia y las hemos estado repitiendo todas las mañanas desde entonces.

De esta manera, nuestros hábitos toman más del 30 al 50 por ciento de nuestras decisiones diarias. Mientras los actos rutinarios suceden en modo de piloto automático, tenemos tiempo para planificar nuestro día y tomar decisiones importantes: ¿Cuándo debo recoger a mi hijo de la guardería? ¿Deberíamos invertir en un segundo automóvil o en unas vacaciones familiares?

El ciclo del hábito: atracción, acción, recompensa

«Cada hábito termina en un patrón de bucle psicológico«, explica Verplanken. Primero, el cerebro escanea el entorno en busca de un estímulo desencadenante: esta puede ser una situación cotidiana típica o un estado de ánimo como el nerviosismo.

Luego, el cerebro pasa por la acción que es típica del hábito: por ejemplo, agarrar un cigarrillo. «Si la acción tiene éxito, el sistema de recompensa del cerebro se activa«, agrega el psicólogo social: la nicotina relaja a muchas personas y pone al cerebro en un estado de calma.

Rápidamente nos podemos dar cuenta de los hábitos del comportamiento, a más tardar en el momento en que fumamos, llevamos una dieta poco saludable, o la falta de ejercicio perjudica nuestra salud. Sin embargo, los hábitos del pensamiento y los sentimientos generalmente suceden sin que nos demos cuenta. «Tenemos miles de ellos», dice Verplanken. Los llamados «hábitos mentales» son uno de los puntos de interés en su investigación.

Algunas veces aparecen junto con hábitos del comportamiento, dice el experto. Por ejemplo, cuando una persona juega con su cabello como un hábito conductual mientras habla o cuando se tambalea con el pie.

Los hábitos de pensamiento reflejan actitudes y valores

Cualquiera que crea que sus pensamientos son siempre el resultado de una cuidadosa consideración está equivocado. «Realmente utilizamos el pensamiento racional en muy pocas ocasiones», dice Verplanken. «Nuestro cerebro se resiste porque cuesta mucha energía».

En cambio, miles de rutinas de pensamiento se ejecutan diariamente. Decidimos automáticamente qué es moralmente correcto e incorrecto, qué imagen tenemos de nosotros mismos y de los demás. Si una nueva persona entra en la habitación, la evaluamos automáticamente con nuestros patrones de pensamiento. En lugar de reevaluar a cada ser humano, a menudo caemos en estereotipos.

Sin embargo, los hábitos de pensamiento también determinan cómo evaluamos nuestras propias habilidades y conocimientos. Y deciden si, por ejemplo, amas el orden y si la puntualidad es importante.

Los patrones de pensamiento determinan si consideramos que el rechazo es malo y cómo lidiamos con las malas noticias o el dolor: por ejemplo, ¿tiendes a preocuparte demasiado o crees firmemente que todo mejorará mañana?

«Algunas personas tienen hábitos de pensamiento muy negativos«, dice Verplanken. El psicólogo social pone como ejemplo a las personas cuya apariencia es muy importante. «Cada vez que se miran en el espejo y no están satisfechos con lo que ven, caen en patrones de pensamiento negativos», dice el experto.

Los hábitos de los sentimientos revelan nuestro carácter

En gran medida, los hábitos de los sentimientos dependen de nuestra personalidad. Determinan en qué situación reaccionamos con determinada emoción.

Nuestras rutinas son responsables, por ejemplo, de que nos enojemos una y otra vez cuando nuestro compañero llama por teléfono, de que nos pongamos nerviosos cuando el jefe llega a la oficina o de molestarnos cuando una presentación no salió de la manera prevista.

Los hábitos de los sentimientos determinan si nos ponemos nerviosos o ansiosos, o si somos reservados o seguros de nosotros mismos en una nueva situación, como nuestro primer día en el trabajo.

¿Por qué los hábitos son vitales e indispensables?

Los hábitos tienen una mala reputación: pueden desencadenar reacciones de estrés de manera repetida y hacernos perder el tiempo, por ejemplo, siempre que abrimos Facebook e Instagram en lugar de trabajar productivamente.

Los hábitos también dañan nuestro medio ambiente, como cuando dejamos correr el agua sin preocuparnos mientras nos enjabonamos en la ducha y nos cepillamos los dientes. Y, sin lugar a duda, también afectan nuestra salud, y un ejemplo de esto es cuando pasamos todo el día acostados en el sillón para ver la televisión con una bolsa de chips en lugar de ir al gimnasio.

«La mayoría de los hábitos tienen sentido«, dice Verplanken. «A través de ellos, podemos sobrevivir en la complejidad del mundo«. Sin la presencia de automatismos, nuestro cerebro estaría abrumado por la avalancha de estímulos y situaciones.

La importancia de los hábitos para nosotros ya se puede ver en los primeros años de vida: investigadores conductuales pudieron demostrar que los niños que carecen de rutinas, como horarios fijos de comida en su vida cotidiana, tienen miedo de situaciones nuevas e impredecibles y tienen menos confianza en sí mismos.

Solo los niños que experimentan experiencias buenas de manera repetida a través de la rutina desarrollan confianza: cuanto con más frecuencia practica ciclismo un niño, menos miedo tiene de caerse. Los hábitos nos dan una base estable que nos ayuda a mantener la calma en situaciones nuevas.