Una cantidad razonable de desconfianza puede protegernos de los problemas, pero en una relación de amistad, amorosa o comercial, esta cualidad puede convertirse en un obstáculo insuperable. ¿Por qué es tan difícil para algunos de nosotros confiar incluso en la persona más cercana?
Algunas personas tienden a confiar en los demás hasta que reciben pruebas contundentes de su falta de fiabilidad y falta de sinceridad. Otros prefieren desconfiar desde el principio. Ambos son completamente normales: la desconfianza puede proteger la psique humana de las conmociones graves asociadas con la decepción y el engaño.
Te invitamos a leer el artículo que profundiza aún más en las características de una persona desconfiada.
“Sin embargo, sucede que esta defensa es generalizada, es decir, comienza a manifestarse siempre e indiscriminadamente”, dice el psicólogo cognitivo y psicoterapeuta Alexei Lunkov. Entonces la desconfianza ya no protege a una persona, sino que la controla, condenándola a la soledad y al aislamiento. La desconfianza puede convertirse en una fobia social, lo que impide que una persona no solo comience una relación, sino que también salga de la casa.
La desconfianza heredada
La tendencia a la desconfianza suele comenzar en la niñez. Los niños dependen completamente de los adultos y simplemente se ven obligados a confiar en ellos. Sin embargo, si la madre duda un poco y no responde de inmediato a la llamada, el niño comienza a sospechar de ella por falta de amor por él. Enojado con su madre, le atribuye su propia irritación, preparando el terreno para la desconfianza futura.
La psicoanalista austro-alemana Melanie Klein, quien investigó por primera vez este fenómeno, creía que tales experiencias son naturales, si solo no subyugan toda la vida emocional del niño. Una vez madurado, podrá aceptar con calma la dualidad de su actitud hacia los demás: aprenderá a soportar el hecho de que la sospecha momentánea de un ser querido no excluye en absoluto la confianza y el amor por él.
Los padres pueden trasmitir la desconfianza que ellos mismos sienten hacia los demás
Los padres deben tener cuidado: sus propios miedos, especialmente los demasiado emocionales, pueden reforzar la tendencia natural del niño a la desconfianza. No debemos dejarnos llevar por querer dar advertencias como «No confíes en nadie”.
Por supuesto, para la seguridad del niño, tales recomendaciones son necesarias, pero deben expresarse con calma, evitando palabras aterradoras y absolutistas. Es mejor decir: «Ten cuidado al tratar con extraños.
Idealismo excesivo
Ya en la edad adulta, la desconfianza total puede surgir a partir de la propia experiencia desagradable: un colega nos ha engañado, hemos sido traicionados por un viejo amigo o por un ser querido…“Los que idealizan las relaciones entre las personas y viven cautivos de sus ilusiones son demasiado desconfiados”, dice Alexey Lunkov.
Excesivamente exigentes con los demás, perciben cualquier error como una traición. La experiencia negativa los lleva a generalizaciones globales injustas: «Él me dejó, así que todos los hombres son sinvergüenzas«. A veces, la desconfianza puede convertirse en una obsesión: «Nadie es digno de mi confianza, solo hay enemigos alrededor«. Sin embargo, al culpar a los demás, a menudo intentamos inconscientemente evitar pensamientos desagradables sobre nuestra propia imperfección.
Una relación con otra persona siempre es un riesgo
La primera impresión cambiará, y nuestros sentimientos tendrán que pasar una seria prueba de fuerza. Pero para darnos cuenta y aceptar este riesgo es necesaria la confianza en uno mismo, de lo contrario cualquier fracaso se convertirá en motivo de desesperación. El rechazo constante de las relaciones cercanas, la confianza a priori de que estamos rodeados solo de envidiosos y malvados, como regla, testifican una cosa: simplemente no tenemos suficiente confianza en nosotros mismos.
Qué acciones puedes tomar
Volver a confiar en los demás, salir de nuestra cápsula que nos protege, pero a su vez nos aísla, no es un trabajo con efectos tan rápidos, se debe volver a tener acuerdos con uno mismo, y algunos de estos consejos pueden resultar de ayuda.
1. Determina la razón de tu desconfianza hacia todos
La falta de voluntad para confiar en las personas a menudo se asocia con nuestras experiencias dolorosas. Habiéndolo restaurado en detalle en la memoria, entenderemos que el peligro provino de una persona en particular que realmente abusó de nuestra confianza en el pasado, y no de todas las personas en principio.
2. Recuerda experiencias positivas
En la vida de cada uno de nosotros había verdaderos amigos, aliados, personas de ideas afines. Al recordar lo bueno, verás la relatividad de cualquier valoración: no todas las personas con las que te encuentras son necesariamente envidiosas o malvadas, y tu mismo no está condenado en absoluto al papel de víctima.
3. Ser realista
No todos los hombres piensan solo en el sexo, no todas las mujeres solo necesitan dinero, no todos los jefes son explotadores sin alma. Libérate de los prejuicios y dale al otro la oportunidad de demostrar su valía desde el mejor lado. Quizás una persona que no sea capaz de guardar los secretos de otras personas resulte ser un buen empleado o un excelente consejero.
4. No empieces con acusaciones
Sucede que una persona engaña tu confianza. Pero, ¿siempre es consciente del daño que te ha hecho su acto? En lugar de acusarlo inmediatamente de malas intenciones, es mejor hablar con él con franqueza.
Es muy probable que si somos más tolerables con el otro, podamos encontrar explicaciones simples a ciertos problemas que nos complican la vida, y nos ponen barreras para confiar en los demás.
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