El detector de mentiras o polígrafo, es también conocido como “máquina de la verdad”. Se trata de un equipo conectado a la persona investigada para medir sus respuestas fisiológicas a las preguntas previas. Su origen se remonta a finales de los años 1800. Entonces, Cesare Lombroso (médico y criminólogo italiano) analizó de que manera el sistema cardiovascular reaccionaba ante la mentira. A principios del siglo XX, James Mackenzie (cardiólogo escocés) desarrolló una máquina sencilla que registraba las variaciones del pulso.
Luego, Moulton Marston (psicólogo estadounidense) inventó un equipo que identificaba los cambios en la tensión arterial. Pero, no fue hasta la segunda década del siglo pasado que John Larson (oficial de policía estadounidense) inventaba el primer polígrafo. Este dispositivo, podía combinar la respiración del sujeto con su presión sanguínea. El mismo fue perfeccionado en 1930 por Leonarde Keeler (también policía). Así se le añadieron: ritmo cardiaco, nivel de sudoración y movimientos corporales.
Nacía así una máquina que era portátil. Resultaba ideal para evaluar cambios en variables fisiológicas, generadas por una persona sometida a un interrogatorio. A pesar de su antigüedad, con el tiempo este equipo se ha ido mejorando. Y se le han añadido medidas más precisas como: microexpresiones del rostro, flujo sanguíneo y temperatura ocular. En la actualidad se estima que su nivel de fiabilidad se encuentra entre un 70 y un 85%.
¿Qué problemas genera el detector de mentiras?
Básicamente, el problema del polígrafo es que no siempre es capaz de detectar cuando la persona miente. Con los años los usuarios han descubierto que es posible engañarlo o distorsionar las inferencias que se realizan a partir de las interrogantes formales de control. Hablamos de la línea base o preguntas que miden la respuesta normal del organismo. Estas se utilizan para las comparaciones posteriores cuando se llega a los puntos críticos del interrogatorio.
Los mecanismos más empleados por los usuarios son los siguientes:
- Concentrarse en un tema distinto al evaluado.
- Distraer la mente con un recuerdo emocionante.
- Provocar dolor al causar una herida en cualquier parte del cuerpo.
El desastre más notable asociado a este dispositivo, probablemente, es la historia de Aldrich Ames. Este era un funcionario de la CIA que también actuaba como espía por parte de los rusos, un agente doble. Ames fue sometido dos veces al polígrafo entre 1985 y 1991 y nunca fue descubierto. Al final, debido a sus denuncias, la aniquilación de la red estadounidense en la Unión Soviética se hizo tan grande, que quedó en evidencia.
Entre las contramedidas para disminuir la eficacia del detector de mentiras se encuentran el miedo, el relato de anécdotas y las confesiones espontáneas. La fundamental es no admitir en ningún momento nada que lesione los intereses del interrogado. Pero, quizás, la mejor recomendación se la dio a Ames su contacto del KGB:
“Preséntate a la prueba descansado y bien relajado. Se amable con el operador, conversa con él, coopera y nunca pierdas la calma. No te descubrirán”. Y así sucedió.
El CAT Scan es una alternativa más eficiente
Hoy en día, existen mecanismos de visualización de la respuesta cerebral que son superiores al polígrafo. Desde hace alrededor de 10 años, los criminólogos cuentan con otros recursos, más poderosos, al momento de determinar si un testimonio es veraz o no. Las técnicas usadas más populares son el análisis electroencefalográfico, la fMRI y el potencial evocado cognitivo.
Describamos brevemente algunos de ellos:
- Resonancia Magnética Funcional (fMRI). Esta prueba determina el riego sanguíneo en diferentes áreas cerebrales. A medida que el valor aumenta, mayor es la actividad neuronal. Ciertas regiones muestran de manera específica cuando la persona está mintiendo. Y es muy difícil que aun entrenándose, logre manipular la respuesta dada. La confiabilidad del test se encuentra en el rango 70-90%.
- Onda P300. La prueba mide la respuesta de la memoria episódica, que concierne a sucesos vividos y los sentimientos asociados. Estos recuerdos pueden ser trasladados al presente a través de estímulos sensoriales como: fotos, olores, sonidos, expresiones, etc. El nombre proviene del hecho de que la imagen tarda mínimo 300 ms en aparecer. Dado que, de manera voluntaria no se puede cambiar la onda, la prueba se supone 87% confiable.
Por último, aunque el detector de mentiras se continúa usando en muchas partes, cada vez su valor legal es menor. Esto es debido a que el usuario puede aprender a engañarlo; sin embargo, las ondas cerebrales si son veraces. Y por esta razón, cada vez más se recurre a la imagenología para determinar si un reo es o no culpable del delito que se le imputa. Es importante aclarar que todavía, ninguno de estos métodos es admitido en un juicio. Aunque, al ser realizados por especialistas pueden orientar al juez y al jurado a la hora de tomar una decisión.
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