Sesgo de negatividad | ¿Qué es y cómo nos afecta?

Sesgo de negatividad

El sesgo de negatividad hace que nos impacte más una crítica que un reconocimiento, las malas que las buenas noticias y que recordemos mejor los eventos negativos.

El sesgo de negatividad es un fenómeno psicológico muy común que afecta a la mayoría de las personas y las situaciones, todo el tiempo. Se caracteriza por el hecho de que la gente está más atenta y asigna más valor a las experiencias negativas, que a las positivas. Los estímulos del primer tipo, resultan más llamativos e imperiosos. Por otro lado, las respuestas se generan a mayor velocidad frente al temor y las amenazas, que cuando se está delante de las oportunidades y las sensaciones placenteras.

Por eso, cuando tenemos una mala experiencia, tendemos a analizarla y recordarla más vívidamente. Además de que, los impactos negativos perduran y afectan más que los positivos. Pero, ¿cuál es el origen de este fenómeno? ¿se trata de un problema de tipo evolutivo? Según el neurocientífico Rick Hanson, esta es la razón. Su opinión es que este tipo de sesgo, se presenta a raíz de que, en sus orígenes, el hombre tuvo que enfrentar situaciones peligrosas y esto le permitió tomar decisiones inteligentes.    

Gracias a lo anterior la especie pudo sobrevivir. Se trataba de asuntos de vida o muerte y quien se mantuviera en sintonía con el riesgo, le iba mejor. Con la evolución, la estructura cerebral se amoldó a prestar más atención a los eventos, pensamientos y acciones negativas. Incluso se ha observado, que dicho trastorno, aparece de forma natural en los animales y en los seres humanos, durante la primera infancia. Así, al final del primer año de vida, el enfoque de los bebés hacia las expresiones faciales negativas se hace mayor.

El fundamento biológico del sesgo de negatividad

El psicólogo e investigador estadounidense, John Cacioppo (1951-2018), realizó estudios sobre la actividad neuronal asociada al tema que estamos tratando. Sus conclusiones fueron que la corteza cerebral, de manera especial, se activa mucho más frente a estímulo negativos que positivos. Y en este grupo se encuentran aquellos de carácter sensorial, cognitivo y motores. En consecuencia, el sesgo de negatividad nos lleva a centrarnos más en lo malo, inclusive al momento de tomar decisiones.

Del mismo modo, afecta la motivación para cumplir con las obligaciones. Así, la amenaza de un castigo resulta más estimulante para los estudiantes, que la promesa de un premio. Y de acuerdo con el enfoque evolucionista mencionado, esta es la manera que ha encontrado nuestro cerebro para que estemos siempre protegidos y bajo condiciones seguras. Porque los organismos mejor acondicionados para hacer frente a las amenazas, fueron los que lograron sobrevivir. Y esa información fue trasladada a nuestro mapa genético.    

A un individuo que pierde una buena oportunidad, aunque lo lamente el resto de su existencia, en realidad, no le ha ocurrido nada terrible. No obstante, si se ignoran las asechanzas del peligro, se puede terminar muerto, o en el mejor de los casos, gravemente herido. La supervivencia exige ocuparse de forma inmediata de los malos sucesos, mientras que atender a los buenos puede esperar. Las situaciones negativas, también obligan al organismo a autorregularse para adaptarse a las nuevas exigencias del ambiente.   

¿Cómo afecta este fenómeno nuestra vida?

Si bien es cierto que, como especie, el sesgo de negatividad ha ayudado a la supervivencia de la humanidad, la realidad es que, en la actualidad, el mismo produce un impacto indeseable. Y, por lo menos, deberíamos estar familiarizados con el mismo. Porque no solo la toma de decisiones se ve afectada por este; al igual que, los riesgos que estamos dispuestos a correr. Sino que, además, influye en el modo en que percibimos nuestro entorno. Y en las relaciones interpersonales cercanas, puede causar que pensemos o esperemos siempre lo peor.

De la misma manera, nos hace inclinarnos a aceptar con mayor facilidad las noticias negativas, antes que las positivas. Aquellas no solo nos atraen con más fuerza, sino que les damos mayor credibilidad, aun cuando pudieran ser falsas. Adicionalmente, nuestros principios y valores y la ideología o fe que nos rijan, también se ven afectados. Lo que hace que nos aferremos de entrada a la tradición. O que reaccionemos con temor ante los cambios que parezcan amenazantes o los estímulos que no hayan sido bien definidos.

Por último, no estaría de más reflexionar un poco acerca de la forma en la que reaccionamos frente a la mayoría de los eventos. ¿Cuál es nuestra tendencia? ¿Cómo pensamos o actuamos frente a los estímulos positivos y negativos? Así, deberíamos considerar la existencia del sesgo de negatividad, si queremos tomar decisiones adecuadas a la situación. Esto hace que la vida muchas veces resulte injusta. ¿Qué podemos hacer para construir mejores relaciones? ¿Cómo impedimos que las peores manifestaciones del fenómeno nos causen infelicidad?