No estás aquí para complacer a los demás

No estás para complacer a los demás

Si no le gustas a alguien, si no quiere tu compañía, no tienes que llamar su atención, si no la quiere, puede irse. No estás aquí para complacer a los demás ni para soportarlos. Elige siempre distanciarte de la hipocresía.

Dicen los expertos en la llamada psicología interpersonal (que estudia los vínculos de las personas en sus contextos sociales más cercanos) que de la media de personas que nos encontramos a lo largo del día, al 10% no le gustaría nuestra compañía. Es decir, que no encajarían en nuestro mapa personal ni en las finas piezas del puzzle de nuestra vida.

No estás para complacer a los demás

“No escribo para complacer a los demás. Tampoco para disgustarlos. Escribo para molestarlos.»

–José Saramago

De la misma forma que durante el día tenemos nuestros hábitos de higiene personal para mantener nuestra salud y apariencia, también es necesario empezar a practicar la higiene mental. Uno de sus objetivos es tan simple como esencial: no intentar complacer a los demás. Es una fuente absolutamente innecesaria de inconvenientes.

No agradar a todo el mundo no significa que tengas que reaccionar de forma brusca y severa, marcando tu espacio. Al fin y al cabo, la convivencia no debería ser tan complicada. Se basa simplemente en «Yo soy» y «Dejo que haya» o «No me hagas lo que no quieras hacerte a ti mismo».

Necesitamos ser arquitectos hábiles de una especie de respeto y honestidad constructiva donde nadie salga lastimado. Para que no recurramos a la falsa hipocresía que vemos todos los días en nuestros contextos más cercanos.

No estás aquí para complacer a los demás

Complacer a los demás

No estás aquí para complacer a los demás, incluso a los más importantes, a
veces puede que no te importe si le gustas a la gente o no. Esto se debe a que no existe un vínculo significativo, porque no existe una conexión emocional con esa persona en particular. Pero situaciones más complicadas surgen cuando nos damos cuenta de que las personas que están muy cerca de nosotros no nos quieren o no se llevan bien con nosotros.

Hay momentos clave que son a la vez agridulces y complejos. Imaginemos un adolescente o un joven que acaba de convertirse en adulto, que empieza a ser plenamente consciente de su forma de vida, de sus pensamientos y valores y no se conforma con los de sus padres. Del mismo modo, también puede ser doloroso darse cuenta de que no le gustamos a alguien que nos atrae. Que falta la «chispa» para crear un mutuo entendimiento, atracción e intimidad.

Si experimentamos tales situaciones, es necesario comprender lo siguiente:

Lo que otros piensan de nosotros nunca debería ser más importante que lo que pensamos de nosotros mismos

No dejes que tu autoestima sea bajada por ningún tipo de hipocresía. Si a tu familia no le gusta tu carácter, la verdadera fuente del problema son ellos, no tú. Así que no te alejes de la verdad, de eso que te define, de eso que te da luz, vida y carácter.

Otro punto a tener en cuenta es la búsqueda constante de aceptación que muchas personas necesitan de su entorno para sentir que verdaderamente “valen algo”. Nunca te deje caer en esta forma de pensar. Las palabras de los demás no te definen, el amor propio sí.

Es necesario tener claro quiénes somos, qué nos define y cuáles son los motivos que nos hacen sentir orgullosos de nosotros mismos. También es viable darnos el derecho de no ser perfectos.

Lo que los demás piensan o creen nunca debe prevalecer sobre nuestras propias creencias, expectativas o valores.

Debes poder ser honesto contigo mismo. Entiende esto, si no le gustas a alguien, no tienes que apuntar a lo imposible ni vivir de ilusiones. El amor forzado no ayuda, es veneno.

Así que recuerda, no depende de nosotros ni de nuestra obligación forzarnos a complacer a todos. Si alguien no te respeta como eres, es que no te ama como mereces ser amado.

La trama inteligente de la hipocresía

Hay hipócritas que se hacen pasar por mejores amigos. Son amores falsos que gobiernan océanos amargos, cargados de viento hipócrita. También hay padres y madres que se enorgullecen de su grandeza como educadores, cuando en realidad desconocen las necesidades de su propio hijo.

La hábil trama de la hipocresía está presente en muchos de nuestros contextos inmediatos. De hecho, muchas veces ni siquiera podemos reconocerlo y tolerarlo.

No permitas estos comportamientos. A corto plazo te asfixian, y a largo plazo son destructivos. De hecho, la palabra hipocresía significa fingir, actuar o hablar con una máscara. Vale la pena tener en cuenta que el lingüista y analista social Noam Chomsky dijo que «la hipocresía es una de las peores enfermedades de nuestra sociedad».

Cuando se toma o se aplica en contextos más complejos, puede promover injusticias como la desigualdad, la guerra y todo tipo de violencia dentro del marco distorsionado del engaño. Esto no es aceptable. Este hábito debe romperse y las máscaras deben caer para que podamos convivir con mayor integridad y respeto.

Si algo no nos gusta o nos parece injusto, no debemos agachar la cabeza y rendirnos porque los demás esperan que lo hagamos. Si no le gustas a alguien, déjalo que se vaya, déjalo ir si quiere, pero no dejes que se desarrolle el «baile ritual» de la hipocresía.

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