Es un sentimiento completamente normal sentir un vació al experimentar la muerte de un ser querido y ser testigos de su partida. La realidad se vuelve irreal, cientos de preguntas, estados de ánimo y emociones cambian rápidamente e ininteligibles en nosotros.
Nos perdemos en el vacío que permanece y nos perdemos en los sentimientos que experimentamos. No sabemos si lo que estamos experimentando es «normal» o un dolor que nos dejará sin aliento, si la ira y el arrepentimiento, la culpa, y el miedo junto a la desesperación pueden dejar de ser tan fuertes e incluso si llegarán a desaparecer por completo.
Nos perdemos en lo que experimentamos porque nadie nos ha preparado para esta experiencia. Muchas veces sentimos que no podemos ni expresar el vacio que sentimos, por lo que damos por sentado que nadie podrá comprendernos, lo que nos hace sentir más solos aún.
El duelo es una experiencia difícil y dolorosa, esto significa superar la muerte, pero también es una experiencia importante por la que tienes que pasar para poder encontrar plenitud, alegría y avanzar a pesar de la pérdida sufrida.
Cada persona experimentará la partida de un ser querido de manera diferente. Depende de muchos factores relacionados con la relación, la personalidad y también la forma en la que se pierde a alguien. Independientemente de estas diferencias, cada proceso de duelo conllevará tareas que deben completarse en sus etapas individuales para poder recuperar el equilibrio y volver al funcionamiento diario y saludable.
Un proceso doloroso pero necesario
Vale la pena tener en cuenta que este proceso puede tener lugar a diferentes velocidades y con intensidad variable. Las fases sucesivas de luto o fases del duelo, son consideradas el camino que todos transitamos para poder recobrar el sentido de la vida y superar la muerte de un ser querido.
La aceptación de la pérdida
Las primeras reacciones a las noticias sobre la muerte de un ser querido son conmoción, entumecimiento, distancia emocional, incredulidad. Incluso si la muerte ocurre después de una larga enfermedad, siempre parece algo inesperado, imposible, incluso un error.
En esta etapa, la persona que experimenta la pérdida espera que el fallecido regrese, que todo resulte ser una broma estúpida o un mal sueño. La pérdida es un golpe tan grande que no podemos entenderlo ni aceptarlo.
Negamos lo que sucedió porque es difícil para nosotros enfrentar la verdad. En esta etapa, pueden ocurrir alucinaciones asociadas con la presencia del ser querido que ha fallecido. Permanecer en esta fase significa estar en la negación de la pérdida y, por lo tanto, evitar el dolor que puede desencadenar la pérdida. Para comenzar el proceso de duelo, debemos aceptar la pérdida sufrida.
Experimentar la pérdida
Cuando la persona experimenta la pérdida, reconoce la muerte del ser querido y comienza a experimentar sentimientos muy fuertes, a menudo contradictorios, lo que tiene un impacto a nivel emocional y, muchas veces, físico.
El duelo como una experiencia inusual y desconocida trae consigo sentimientos que nunca antes hemos experimentado o que nos resultan difíciles de aceptar. Es posible que no coincidan con la imagen que tenemos de nosotros mismos o que no los entendamos. Esta experiencia es un período muy difícil en el que el apoyo de otras personas, nuestra apertura al dolor que la acompaña, ayuda enormemente a experimentar los sentimientos que surgen.
En esta etapa hay un dolor temporal asociado con la ansiedad y el sufrimiento mental. La falta se siente fuertemente. Una persona en proceso de duelo experimenta mucha tristeza y llanto, y es difícil imaginar que algún día podrá disfrutar de la vida nuevamente.
Durante este período, las actividades diarias, el trabajo y los deberes requieren mucho esfuerzo. Esta etapa también puede estar acompañada por pensamientos suicidas, un deseo de no existencia o conexión con el fallecido. Estos pensamientos son causados por un gran dolor y un deseo de escapar de él. Sin embargo, si estos deseos se concretan, tomando la forma de un plan preciso, se debe solicitar la ayuda a un especialista, como un psicólogo.
El dolor después de la pérdida también puede manifestarse en forma de rebelión y agresión dirigidas a diferentes personas, ese odio en respuesta al dolor puede enfocarse en diferentes personas, creencias y cosas.
Una persona afligida duda de los valores que profesan, los socava. Estas son reacciones naturales durante este período, porque experimentando pérdidas, nos sentimos despojados de la persona que amamos, de los sueños que se asociaron con ella, con una sensación de seguridad que teníamos. Una parte de nosotros se ha perdido para siempre. Reconciliarse con la pérdida requiere tiempo para sacar el dolor. Esto puede ir acompañado de una sensación de estar perdido, preguntas sobre quién soy ahora, a veces una disminución de la autoestima también se hace presente.
También el sentimiento de culpa hacia la persona que murió, puede aumentar el sufrimiento que estamos experimentando. Lamentamos las palabras no dichas o las palabras que nos gustaría deshacer, lamentamos el tiempo que nunca hemos tenido, el poco cuidado, etc. Tal remordimiento puede atormentar a una persona por mucho tiempo y es importante que pueda ser liberado de ello para sanar verdaderamente.
Hacer frente a una nueva realidad sin esa persona
La siguiente etapa de duelo trae una recuperación gradual de las fuerzas y un retorno al equilibrio. La persona comienza a aceptar la idea de que la vida sigue y debe hacer frente a una nueva situación, ya que ahora sabe que es posible seguir adelante.
Este periodo conlleva importantes retos. Una persona en duelo debe reorganizar su vida. A veces requiere mucho trabajo, actividad, adquirir nuevas habilidades. Puede ir acompañado de un sentimiento de duda en las propias habilidades, desilusiones, tristeza e impotencia. A veces, también debido a la muerte del ser querido, nuestro estado social cambia y, por lo tanto, también las relaciones con el medio ambiente.
Este momento puede ser difícil para la persona en duelo, por lo tanto, el apoyo de sus familiares, y su propia voluntad son igualmente importantes en este período, como en las etapas anteriores.
Encontrar nuevamente la alegría de vivir
Muchas personas que han pasado por la etapa del dolor y encuentran una nueva realidad pueden tener dificultades con la última tarea requerida para cerrar el ciclo del dolor. Aquí, se le debe encontrar un nuevo lugar en nuestras vidas a la persona que se ha ido.
Hasta el momento, durante el duelo, el fallecido fue una figura central. En ella enfocamos toda nuestra energía de vida, atención, emociones, nuestros pensamientos en círculos alrededor de la persona que falleció. Ir más lejos requiere la liberación de esta energía.
El punto es no olvidarse de la persona fallecida, ni deshacernos de los recuerdos, anhelos y sentimientos que tenemos por ella. Todo esto permanecerá, ese ser querido siempre tendrá un lugar especial en nuestro corazón. Sin embargo, la intensidad de esta relación está cambiando.
Estamos comenzando a ver lentamente que es posible vivir más allá de esta relación, que podemos disfrutar y comprometernos nuevamente con el mundo que nos rodea. En esta etapa, la ansiedad también puede aparecer, ya que ahora sabemos que las demás relaciones también pueden tener este mismo destino.
Algunas personas, por temor a esto, deciden no establecer nuevas relaciones, no amar a los demás y vivir solos. Significa detener tu vida en el momento de la pérdida, a veces durante muchos años. Cuando la última tarea se puede completar, sin omitir la anterior, el proceso de duelo ha terminado.
Recuperar el sentido
A menudo se da un período de uno o dos años como el tiempo necesario para terminar con el duelo. Sin embargo, no se puede determinar el tiempo que cada uno necesita individualmente para aceptar la muerte de un ser querido, experimentar dolor, vacío, culpa, hacer frente a la nueva realidad y comenzar a disfrutar de la vida nuevamente.
A veces, el proceso de superar la muerte de un ser amado dura unos meses, a veces puede durar cinco años. Solo cuando podamos recordar a una persona fallecida sin dolor intenso podemos pensar que hemos terminado el proceso de duelo. Este proceso también trae consigo una mayor aceptación de la finitud de la vida humana.
La persona que hemos perdido, seguirá presente para nosotros, aparecerá en momentos especialmente importantes o algo la traerá a nuestra memoria. La vida después de la pérdida nunca es la misma que antes. Sin embargo, es posible descubrir un nuevo significado en él y recuperar la felicidad.
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