La ira oculta puede estar modificando nuestra personalidad sin saberlo

Los efectos de la ira oculta

La ira oculta puede ser una trampa emocional que causa diferentes trastornos en la psiquis de las personas. Aquí te diremos cómo lo hace

La ira oculta puede representar un gran peligro para la forma en la que nos desenvolvemos. Muchos no pueden exteriorizar sus sentimientos ante un evento frustrante o de inseguridad cuando se sienten vulnerables y es allí cuando esta aparece.

Adicionalmente, sufrir decepciones a menudo, pasar por situaciones traumáticas sin saber cómo lidiar con ellas, puede hacer aparecer este flagelo. La estela de mal humor y de desánimo hace que actuemos de manera diferente, somatizando las emociones.

Es posible sentir ira solo si lo permites

Durante el periodo en el que nos desarrollamos pasamos por diferentes etapas que traen con ellas sus propios problemas. Esto no significa que no podamos dejarlos de lado o que debamos recordarlos constantemente haciéndolos permanentes. Por el contrario, todos estamos en la capacidad de destacar los momentos alegres y así no alimentar los pensamientos negativos que crean un escenario de odio hacia lo vivido.

Está en las manos de cada uno darle paso a que el comportamiento de otro afecte el entorno se desarrolla. Es saber,  que se puede controlar únicamente los sentimientos propios y que es mejor desprenderse de los negativos que crean los demás alrededor.

La ira oculta es una emoción con camuflaje

Aunque parezca difícil de creer, muchas personas son capaces de pasar largos períodos de tiempo con ira oculta. Problemas de abandono, por ejemplo, pueden hacer que aparezcan y con ello se cambian los patrones de conducta de quien lo vive.

Este sentimiento es un cúmulo de varias emociones, tales como: injusticia, angustia, ansiedad, decepción, tristeza, miedo, entre otros. El hecho de considerarnos vulnerables nos hace padecer rabia por no tener el control. Es decir, es la incomprensión perdurable lo que nos altera la conducta.

Características de la ira oculta

La ira oculta se caracteriza por evidenciar ciertas señales a las que muchas veces pasamos por alto. Incluso, hay quienes la padecen sin saberlo y se les reprocha por ser malcriados o caprichosos.

Entre las particularidades se encuentran:

  • Desconfianza. Es un evidente factor que aparece en quienes sufren de ira oculta. Se les dificulta confiar en los demás. Debido a que tienen miedo de ser traicionados sin razón aparente.
  • Reacciones sarcásticas. Es una forma de drenar la frustración y se hacen presentes los comportamientos cínicos. Así mismo, tratan de ser frívolos para no permitir que se acerquen los demás.
  • Actitudes con tendencia a procrastinar. Esta es, si se quiere, una de las características más destacadas en los pacientes con ira oculta. Están indispuestos a comprometerse y desarrollar las actividades realmente importantes.
  • Variaciones constantes en el humor. Las personas con ira oculta suelen tener altos y bajos en cuanto el sentido del humor. Pasan de la alegría a la tristeza en cuestiones de minutos.
  • Agotamiento físico. Como la mente se encuentra constantemente generando pensamientos negativos, esto puede reflejarse en el cuerpo. Es allí cuando el cansancio aparece.
  • Incapacidad de disfrutar los momentos. Aunque sea un evento muy importante no se saborean de ese modo. Es una actitud dañina que puede echar a perder la oportunidad de divertirse.

Además, aparecen pesadillas y otros malestares. Es muy fácil confundirse con otro tipo de trastorno, como el de bipolaridad. Pero es indiscutible que solo un especialista en psicología es el que está capacitado para dar un diagnóstico certero.

¿Es posible manejar de forma adecuada la ira?

La respuesta es positiva, todos tenemos la capacidad de manejar nuestros sentimientos, y si de ira se trata, también se puede. Son muchos los escritos que dan recomendaciones acerca de cómo hacerlo. No obstante, en forma general es mejor tener presente las siguientes ideas:

1- Clarificar el origen de la vulnerabilidad. Puede que este sentimiento se presente de forma repetida ante cualquier situación. Más aún, cuando hemos sido víctimas de la traición o de las injusticias. Por lo tanto, es preciso saber qué ha detonado tal apreciación.

2- Autoevaluar nuestros comportamientos. Esto puede ser un proceso complicado, pues nadie quiere darse cuenta de que tiene algún problema de conducta que menoscaba su personalidad. Pero es indispensable para darle el peso justo a la apreciación de sí mismo.

3- Incrementar los pensamientos útiles. Siempre es más sencillo que pensemos mal de los demás. Esto es casi una reacción innata que tenemos ante lo desconocido: desconfiar y dar un enfoque dañino de lo que nos rodea. Sin embargo, si se estimula lo positivo, poco a poco se convertirá en un hábito efectivo para combatir la ira oculta.

4- Relacionarse con personas positivas. Esta es una estrategia bastante efectiva, pues al escuchar y desenvolverse en un ambiente en armonía se disminuye la creación de versiones erróneas de la realidad.

Es mejor concentrarse en manejarla que en alimentarla

La ira oculta se puede comparar con una fogata, mientras más leña le pongamos más alta será la llamarada. Es el mismo escenario cuando se trata de este sentimiento, si solo pasamos los días pensando en los acontecimientos que causaron molestia al final de día sentiremos odio y ganas de no salir a la calle, o en el peor de los casos, arremeter contra los demás.

Uno de los principales alimentos de estos pensamientos negativos es el ocio. Por ello Es preferible buscar actividades que nos hagan proponernos nuevos objetivos y distraer la mente. Asimismo, ante cualquier situación frustrante podemos hacer terapias de relajación o psicológicas para poder aprender las estrategias necesarias para enfrentarla.

Convivir con una persona con ira oculta

Si bien no la padecemos, es posible que por lo menos nos topemos con personas que si lo haga. Para no ser víctima de este dañino proceso hay que establecer ciertas reglas, tales como poner límites, no alimentar los ataques de ira, ser firmes, no dejar que se desarrollen episodios constantes. Finalmente, en los casos más extremos, siempre es mejor pedir el asesoramiento de un psicólogo.