Enfermedades psicosomáticas | ¿Son reales en tiempos de pandemia?

Las enfermedades psicosomáticas y su raíz psicológica

Las enfermedades psicosomáticas se manifiestan con síntomas físicos, aunque carecen de una explicación orgánica. Veamos como aparecen y de qué manera tratarlas.

Las enfermedades psicosomáticas o invisibles son trastornos de la salud que se presentan con signos y síntomas físicos; pero, que no obedecen a la presencia de un trastorno orgánico real. Las personas que las sufren se sienten ansiosas respecto a sus padecimientos y piensan constantemente en ellos. Además, experimentan sensaciones tan intensas y auténticas que se ven limitadas a continuar con su vida rutinaria. Algunos de estos males son: hipertensión, migraña, síndrome del intestino irritable, tics, contracturas, etc.   

El trastorno de síntomas somáticos (TSS) suele provenir de un trauma psicológico fuerte que no ha sido superado. Si el individuo se niega a aceptar los hechos y los entierra en su mente, entonces estos podrían manifestarse a través de una enfermedad. Por otro lado, la explicación pudiera estar en la manera en que lo físico reacciona frente a lo psíquico. Por ejemplo: me duele la espalda y ni pienso en ello, con lo cual se me pasa pronto. Pero, si me concentro tanto en el dolor, puedo comenzar a experimentar debilidad en los brazos.    

En ciertos casos, la enfermedad psicosomática es un intento de la persona por pedir auxilio. Otras veces, se trata de un mecanismo disfuncional para batallar con las respuestas corporales. La realidad es que, estos individuos tienen un problema de salud y en ocasiones, sufren más que quien solo padece un trastorno físico. Debido a que este tema pertenece a las áreas de medicina, psicología y psiquiatría, nadie se responsabiliza totalmente por el problema. Y, además, de manera natural, tendemos a pensar que lo físico es más relevante que lo mental.   

Relación entre las enfermedades psicosomáticas y las pandemias

Mucha gente tiene una actitud negativa hacia el TSS, considerándolo como propio de personas débiles. Y cuando se les diagnostica este trastorno se sienten ofendidos e incomprendidos. Así, su primera reacción es creer que los demás consideran que está fingiendo. Lo contrario también sucede, y hay enfermos que son rechazados por familiares y amigos, por asumir que lo hacen intencionalmente. La realidad es que una enfermedad de origen psicológico no debilita menos o se siente menos real que una orgánica

¿Y qué pasa en las épocas de pandemia mundial como la del COVID-19? Pues, que todo el mundo se vuelve un poco hipocondríaco. Para evitar el contagio nos lavamos las manos a cada instante, nos angustiamos si nos tocamos el rostro y rociamos desinfectante con fruición a diestra y siniestra. En el ínterin, vivimos con la aprehensión de que cualquier estornudo o tos es una señal clara de haber contraído la enfermedad. Esto se denomina ansiedad extrema y sin duda, nos debilita.     

Hipocondría o enfermedad imaginaria es un término muy antiguo. Usualmente, tiene una acepción peyorativa y por eso, ahora se le denomina “trastorno de ansiedad por enfermedad”. Pero, ¿cómo distinguir si sufrimos de una inquietud natura y lógica o si se trata de algo más serio y peligroso? Pareciera que, el límite está en el nivel con que manifestamos esa angustia y en el tiempo que dura. Es decir, si la preocupación conduce a conductas disfuncionales permanentes, entonces se trata de una enfermedad y necesitamos ayuda. 

Esta podría manifestarse como una búsqueda compulsiva en Google de nuestros síntomas. O asistir a una consulta innecesaria para que el médico nos indique pruebas injustificadas de laboratorio y de otros tipos. Hacer seguimiento constante a cualquier malestar o preguntar todo el tiempo a los que nos rodean que opinan de nuestros indicios. El punto es que tendemos a pensar que algo grave nos aqueja y necesitamos que otros nos reafirmen que en realidad estamos sanos.   

¿Qué podemos hacer frente a esta situación?

Otro de los recursos que se observan cuando está presente un TSS es la búsqueda de un segundo o incluso un tercer diagnóstico médico. Después de escuchar cada opinión profesional, la persona siente una breve satisfacción, pero de inmediato trata de volver a asegurarse. Esto puede traer como consecuencia un problema distinto al original, porque no siempre las pruebas realizadas resultan inocuas. Sin contar, que tampoco son económicas, lo que estaría afectando el presupuesto familiar.

No obstante, las limitaciones que impone una pandemia hacen que esto resulte imposible en la actualidad. ¿Qué hace el hipocondríaco entonces? Recurre a la auto revisión continua. Así, hay gente que se coloca el termómetro cada hora, para detectar cualquier pequeña variación de la temperatura. Es normal que estemos preocupados, pero no permitamos que esto domine nuestra existencia. De lo contrario, podríamos llegar a necesitar terapia psicológica y hasta asistencia medicamentosa.

Es importante que consideremos que, si ya estamos haciendo lo que se nos ha recomendado, para evitar la infección con el coronavirus, entonces debemos calmarnos. El exceso de ansiedad no nos va a ayudar a estar más sanos. Por último, para evitar la aparición de enfermedades psicosomáticas olvídese de Google y cambie de actitud. Comparta con amigos y familiares otros temas no relacionados con la pandemia, que contribuyan con el aumento del bienestar general. Y recurra a actividades como la meditación o el yoga, para sosegar su ansiedad. ¡Esto también pasará!