Los adolescentes criminales y su castigo, constituyen un tema que, a pesar del tiempo y todo lo que se ha discutido al respecto, no pierde vigencia. Es que sencillamente no es fácil decidir si se les castiga con todo el peso de la ley, como si fueran adultos. Porque no lo son, se trata de individuos aún en proceso de formación. Y aunque exhiban conductas tan desviadas, en la mayoría de los casos, se dificulta hacerlos responsables por lo ocurrido. ¿Qué hacer respecto a esta problemática que cada vez se agrava más?
Tenemos el caso de Cristián Fernández (Florida), quien con solo 12 años asesinó a su hermanastro de 2 años. Esto convirtió en un instante a quien era todavía un niño, judicialmente, en un adulto. Por cierto, su vida había estado signada por una serie ininterrumpida de abusos corporales y psicológicos. El chico fue acusado de homicidio en primer grado, lo que significó un juicio normal y la posibilidad de una condena de prisión perpetua. Aunque, las circunstancias cambiaron y al final fue juzgado como menor de edad.
Cristián recibirá la libertad condicional cuando llegue a los 19 años de edad. Lo curioso es que mucha gente se ha sumado a una campaña en Internet, para pedir al gobernador del estado que le conceda la libertad. Las discusiones abarcan desde las condiciones de su niñez, hasta aspectos relativos al hecho de si el niño habrá entendido el impacto de sus acciones. Así como, la duda que ofrece el sistema jurídico existente y su capacidad para gestionar estos casos.
Los adolescentes criminales no han alcanzado su completo desarrollo
En los años 90 hubo un brote de transgresiones violentas perpetradas por adolescentes en EEUU. El slogan que mostraba la posición general del público fue: “castigos de adultos para crímenes de adultos”. La réplica del sistema penal fue endurecerse. Y así fue como este país se convirtió en una de las pocas naciones del planeta que, para ciertos casos, juzga como si fueran adultos a los menores de edad. En el 2005 se abolió la pena de muerte para estos delincuentes.
Y en el 2010, quedaron sin efecto las sentencias mínimas sin derecho a la libertad condicional (LC). También se abolieron las cadenas perpetuas, sin LC, para jóvenes que no hubieran cometido homicidio. El argumento que más importancia tuvo fue la posición de médicos y psicólogos. Estos esgrimieron la inmadurez de los adolescentes, tanto en el área psicológica como emocional. Estudios recientes de neurociencia han probado que estos criminales son menos responsables que sus mayores.
Los resultados muestran que la amígdala se desarrolla temprano. Esta es la zona cerebral que se activa ante las reacciones inconscientes (miedo, conducta agresiva, etc.). Pero, el córtex frontal, no madura totalmente sino hasta la edad adulta. Y aquí es donde se ejerce el control del razonamiento, ese que nos lleva a pensar antes de actuar. Eso se traduce en que, los adolescentes se comportan distintos: la toma de decisiones es realizada por un área del cerebro aún en desarrollo. Así, las edades más proclives hacia el crimen están en el rango 13-27 años.
¿Queremos rehabilitarlos o hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley?
Y es que no solo las diferencias biológicas son relevantes. A los adolescentes también se les dificulta asimilar el alcance y las consecuencias de un proceso judicial. Así, confiesan de manera automática, sin entender que tienen derecho a guardar silencio. Creen que hablar ante el tribunal es obligatorio. Y aceptan cualquier información sobre su situación legal si proviene de alguna autoridad. Es decir, son fácilmente engañables y manipulables, lo que los pone en desventaja ante tales procedimientos.
Por otro lado, un juicio de adulto, prácticamente anula cualquier posibilidad de que un adolescente pueda tener un futuro normal. Aquí solo se habla de cárcel y castigo. Mientras que, un tribunal de menores considera su educación, las circunstancias familiares y de su crianza, etc. Por lo que, tiende a ser más benévolo con las penas asignadas. En las prisiones de adultos, no suelen existir mecanismos de reinserción en la sociedad, los recursos económicos no son suficientes.
Al presente, la opinión pública se encuentra dividida. Unos claman por más planes de rehabilitación. Mientras que los otros piden sentencias de mayor severidad para desestimularlos a reincidir y para que sirvan de ejemplo. Pero, la verdad es que la conclusión a la que llegó el Centro de Control y Prevención de las enfermedades es la que priva. Darles a los adolescentes el mismo trato de los adultos no resuelve el problema, solo empeora la situación. Porque estos se vuelven aún más violentos.
En conclusión, los adolescentes criminales son capaces de cometer actos tan brutales y espantosos como los adultos. Sin embargo, no deben ser juzgados como si lo fueran. Puesto que, es difícil determinar a esa edad si se trata de verdaderos psicópatas. Como sociedad, tendríamos que apuntar al desarrollo de mecanismos que permitan que los niños sigan siendo niños. Y que maduren en un ambiente emocionalmente sano. Si su hijo exhibe conductas desafiantes o antisociales, solicite orientación con su psicólogo. ¡Aún hay tiempo!
- Goldweber, A., Dmitrieva, J., Cauffman, E., Piquero, A. R., & Steinberg, L. (2011). The development of criminal style in adolescence and young adulthood: separating the lemmings from the loners. Journal of youth and adolescence, 40(3), 332–346. https://doi.org/10.1007/s10964-010-9534-5 [Enlace]
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