La enfermedad de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo progresivo, afecta predominantemente el sistema motor, provocando síntomas como temblor, rigidez, bradicinesia (lentitud de movimiento) y problemas de equilibrio.
Un cambio sutil en la manera de caminar de una persona puede ser uno de los primeros signos de advertencia de esta enfermedad, incluso antes de que otros síntomas más reconocibles se manifiesten.
Relación entre la marcha y el Parkinson
Desde una perspectiva neuropsicológica, el cambio en la marcha se debe a la alteración en la función de los ganglios basales, estructuras cerebrales cruciales en la regulación de los movimientos corporales.
La enfermedad de Parkinson se caracteriza por la pérdida de neuronas dopaminérgicas en una región específica de los ganglios basales conocida como la sustancia negra. La dopamina es un neurotransmisor esencial para el control motor fino, y su deficiencia conduce a la disfunción motora.
Características de la alteración en la marcha
Los cambios en la marcha asociados con el Parkinson incluyen una variedad de características específicas:
- Reducción en la longitud del paso: Los individuos con Parkinson a menudo experimentan una disminución en la longitud de sus pasos. Pueden comenzar a dar pasos más cortos y arrastrar los pies mientras caminan, lo que se conoce como «marcha a pequeños pasos».
- Velocidad reducida: La velocidad al caminar puede disminuir notablemente. Este cambio puede ser gradual y no siempre es reconocido inmediatamente por el individuo afectado o por sus familiares.
- Rigidez en el cuerpo y las extremidades: Puede observarse una rigidez generalizada, afectando la fluidez del movimiento. Esto también contribuye a un patrón de marcha más rígido y menos natural.
- Pérdida de movimientos automáticos: Los movimientos asociados normalmente con la marcha, como el balanceo de los brazos, pueden reducirse o perderse completamente.
- Dificultades para iniciar o detener la marcha: Pueden experimentar «congelamiento» de la marcha, un fenómeno donde se sienten temporalmente incapaces de mover los pies del suelo, especialmente al iniciar la marcha o al acercarse a un destino.
Implicaciones psicológicas y neurológicas
La detección temprana de estos cambios en la marcha no solo es crucial para el diagnóstico precoz de la enfermedad de Parkinson, sino que también tiene implicaciones significativas para la intervención temprana y la gestión de la enfermedad.
Las intervenciones tempranas pueden incluir medicamentos que reemplacen la dopamina o la mejoren su efectividad, así como terapias físicas diseñadas para mejorar la movilidad y la seguridad al caminar.
Evaluación profesional y seguimiento
Si se observa un cambio en la marcha, es recomendable una evaluación por parte de un neurólogo. Esta evaluación puede incluir análisis de la marcha, pruebas neurológicas y, si es necesario, estudios por imágenes para observar el funcionamiento cerebral.
El seguimiento continuo permite adaptar las intervenciones a medida que avanza la enfermedad, con el objetivo de preservar la calidad de vida del paciente tanto como sea posible.
En conclusión, un cambio sutil en la manera de caminar puede ser un indicio temprano y significativo de la enfermedad de Parkinson. Este cambio, aunque a menudo es leve y fácilmente desestimado al principio, es un signo crucial para la detección y el manejo temprano de esta compleja enfermedad neurológica.
Deja un comentario