¿Es mejor contener o sacar la ira? Según la ciencia: ninguna de las dos

Efectos de reprimir la ira

Mientras nos complicamos tratando de decidir cuál de los dos métodos es el correcto, los científicos están llegando a una conclusión totalmente diferente: no necesitamos aguantarnos un ataque de ira, sino cambiar nuestra actitud hacia la causa de este.

Pareciera que la ira es como un dragón de fuego que se despierta en nosotros, destruye todo lo que nos rodea y se va volando, dejando atrás cenizas humeantes. Si le damos rienda suelta, el precio a pagar puede llegar a ser una pérdida de relaciones, de carrera e incluso de libertad, ya que muchos delitos se cometen precisamente «en un estado de ira». 

Por otro lado, si nos lo guardamos para nosotros mismos y lo reprimimos, podemos sufrir un ataque cardíaco o un derrame cerebral. [1,2,3] ¿Existe una forma correcta, y científicamente probada, de lidiar con la ira?

Qué sucede cuando reprimes tu ira

Aprietas los dientes y te dices a ti mismo (o al objetivo de tu enojo): «Está bien, no estoy enojado». Claro que muchas veces parece funcionar. En el sentido de que no empeoras la situación aún más o no terminas con la relación. Pero…

Esto casi siempre no conduce a nada bueno a la larga. Sí, puedes reprimir tus sentimientos y no parecer enojado. Pero si intentas luchar contra ellos, solamente se intensificarán y eventualmente saldrán a luz.

En un experimento se pidió a los participantes que recordaran un incidente desagradable en su vida. Al mismo tiempo, algunos de ellos recibieron instrucciones de que trataran de no preocuparse por dicho evento. Al final de la prueba, los sentimientos negativos de las personas de este grupo solo se intensificaron, a diferencia del resto.

En otro estudio, se pidió a pacientes que padecían trastorno de pánico que escucharan cintas de relajación (en un caso) y audiolibros (en el otro). En el primer caso, el ritmo cardíaco de los pacientes se mantuvo alto, en el segundo disminuyó. [4]

Reprimir el enojo no reducirá la tensión con tus relaciones

Cuando intentas apagar un estallido de rabia, se produce una cascada de reacciones negativas en el cerebro: tu capacidad para experimentar sentimientos positivos disminuye y los negativos aumentan. Y tú amígdala, la parte de tu cerebro asociada con las emociones, comienza a trabajar con más fuerza.

Además, hay otra consecuencia paradójica: reprimir la ira no nos ayuda a calmar la situación ni a aliviar la tensión en nuestras relaciones. De hecho, estudios muestran que esta restricción deliberada solo empeora la comunicación.

Así, los resultados de los experimentos indican que un intento de «ocultar» las emociones conduce a que las personas a nuestro alrededor sean menos amigables con nosotros, así como a un aumento de la presión arterial. 

Las personas que recurren regularmente a la supresión de la ira también informan que evitan la intimidad con las personas y, en general, establecen relaciones menos positivas.

Finalmente, reprimir las emociones es un desperdicio de fuerza de voluntad: como resultado, tu autocontrol se debilitará, lo que ocasionará que será más difícil para ti controlarte en próximas ocasiones. 

Lo que sucede cuando te dejas llevar por la ira

Algunos podrán decir: “¡Por ​​supuesto, acumular negatividad en uno mismo es dañino y no tiene sentido! ¡Tenemos que dejar que salga! » Desafortunadamente, esta tampoco es una buena idea. Si das rienda suelta a tu enojo, no desaparecerá. Al contrario, solo se intensificará y te devastará.

Al enfocar tu atención en una emoción negativa, solo la fortalecerás y dificultarás su resolución. En última instancia, esto puede llevar al hecho de que pierdas el control de ti mismo.

¿Cómo puedes evitar estallar en un arranque de ira? Lo mejor es buscar distraerse con otra cosa. Este método funciona debido a los recursos limitados de nuestro cerebro. Tan pronto como redirigimos nuestra atención a otro objeto, nuestra preocupación anterior disminuye. Trata de recordar una tabla de multiplicar y rápidamente descubrirás que ya no querrás discutir con ese torpe camarero que tiró una taza de café sobre tu camisa nueva.

Lo mejor que puedes hacer es cambiar de actitud

Tu jefe te llama a su oficina y te expresa su molestia debido al informe que presentaste el día anterior. Sientes una ola de ira que se extiende por tu cuerpo: esto es injusto, porque has dedicado tanto tiempo y esfuerzo al informe. Y ahora ya te estás preparando para expresarle a este tirano todo lo que piensas de él…

Pero espera. ¿Y si él mismo tuvo una semana pesada tratando de liderar la compañía para mantener los salarios de sus empleados? ¿O tal vez está estresado debido a un divorcio difícil? ¿O a su amado perro lo atropelló un coche? Cuando aprendas sobre uno de estos factores, probablemente sentirás que tu enojo disminuye. E incluso podrías simpatizar con el pobre hombre…

Ten en cuenta lo siguiente: la situación sigue siendo la misma. El contexto en el que la experimentas ha cambiado. La forma en que evaluamos lo que está sucediendo depende de la posición de nuestro narrador interior. 

Puedes componer una tragedia desgarradora sobre tu viaje a la tienda, donde tú, un héroe inocente y bondadoso, fuiste agredido por la rudeza de una vendedora insidiosa. Sin embargo, también podrías contar la misma historia como si fuera una comedia.

¿Cómo cambia este enfoque la situación a nivel neuronal? Investigaciones muestran que cuando cambias tu perspectiva de una situación, tu cerebro cambia las emociones que sientes. Tu amígdala no se activa como lo hace cuando reprimes o te dejas llevar por tus emociones. Y lo afecta todo: dejas de desperdiciar energía, mejoras tu capacidad de autocontrol y, en general, te sientes mejor.

Las personas que son buenas para reevaluar una situación tienen más probabilidades de compartir sus emociones con los demás, tanto positivas como negativas, y, en última instancia, tener relaciones más cercanas con amigos y familiares.

Bibliografía:
  1. Denollet, J., Gidron, Y., Vrints, C. J., & Conraads, V. M. (2010). Anger, suppressed anger, and risk of adverse events in patients with coronary artery disease. The American journal of cardiology105(11), 1555–1560. https://doi.org/10.1016/j.amjcard.2010.01.015
  2. Montenegro, C., & Montenegro, S. T. (2018). Anger and Cardiovascular Disease: An Old and Complicated Relationship. Arquivos brasileiros de cardiologia111(3), 417–418. https://doi.org/10.5935/abc.20180176
  3. Staicu, M. L., & Cuţov, M. (2010). Anger and health risk behaviors. Journal of medicine and life3(4), 372–375.
  4. Bouazza, Hasna and Bendella, Fatima. ‘Adaptation of a Model of Emotion Regulation to Modulate the Negative Emotions Based on Persistency’. 1 Jan. 2017 : 19 – 30.