Las mejores frases y citas de Hermann Hesse

Frases de Hermann Hesse

Hermann Hesse (2 de julio de 1877, Calw, Alemania – 9 de agosto de 1962, Montagnola, Collina d’Oro, Suiza) fue un escritor y pintor alemán que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946 en reconocimiento a su carrera literaria. Sus libros se han traducido a más de 40 idiomas y se han vendido más de 30 millones de copias de sus obras.

Breve introducción a la visión literaria de Hermann Hesse

Las obras de Hermann Hesse son una invitación a reflexionar sobre la vida y buscar nuestra personalidad. Un legado de gran profundidad psicológica y espiritual que merece la pena leer.

Algunas de sus obras más importantes son Demian (1919), Siddhartha (1922) Steppenwolf – El lobo Estepario (1927) y El juego de los abalorios (1943), entre otras grandes obras de la literatura. La mayoría de estos libros reflejan su interés por el misticismo oriental y el ámbito espiritual, así como una búsqueda insaciable de nuevos valores y puntos de referencia.

Quienes conocieron a Hermann Hesse hablaron de él como un hombre con una personalidad compleja y un poco hosco. Amaba la soledad y se adentraba en las profundidades de su interior. Una persona creativa, aislada y volátil que supo poner palabras en todo lo que sentía por dentro. También es considerado un «escritor en crisis» por su constante búsqueda de identidad.

Citas y reflexiones de Hermann Hesse

«El mundo se le presentaba curioso y enigmático. Aquí azul, allí amarillo, allá verde, el cielo y el río corrían, el bosque y el monte mezclaban su belleza misteriosa y mágica, y allí en medio, Siddharta, que se despertaba, que se ponía en camino hacia sí mismo. A través de los ojos de Siddharta entró, por primera vez todo eso, el amarillo y el azul, el río y el bosque”.

“El Saber es comunicable, pero la Sabiduría no”.

«Unicamente hay una causa, una sola causa que explique por qué yo no sé nada de mí, que Siddharta me sea tan extraño y desconocido: ¡Yo tenía miedo de mí mismo, huía de mí mismo! Buscaba el atman a Brahma; estaba dispuesto a despedazar y a descamar mi yo para encontrar en su interior el núcleo de todo, el atman, la vida, lo divino, lo último. Pero me he perdido a mí mismo.»

Fragmentos varios de Siddhartha (1922).

«Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros.«

“Siempre es bueno tener conciencia de que dentro de nosotros hay alguien que todo lo sabe, lo quiere y lo hace todo mejor que nosotros mismos”.

“Ya no existía para hacer versos, para predicar o para pintar. Ni yo ni ningún hombre existíamos para eso. Todo ello era secundario. El verdadero oficio de cada uno era tan sólo llegar a sí mismo”.

“No hay nada más molesto para un hombre que seguir el camino que lo conduce a sí mismo.”

«Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que se encuentra en nosotros»

Fragmentos de Demian (1919).

“Estos inmortales no dieron la espalda a la vida, sino que construyeron mundos admirables mediante una sublimación amorosa de las menudencias que, también, componen la existencia.”

“La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas.”

“Cuando un hombre está muy triste porque se da cuenta de cómo es todo, entonces se parece un poco a un animal.”

«… abrí mi cuarto, mi pequeña apariencia de hogar, donde me esperaban el sillón y la estufa, el tintero y la caja de pinturas, Novalis y Dostoyevski, igual que a los otros, a los hombres verdaderos, cuando vuelven a sus casas, los esperan la madre o la mujer, los hijos, las criadas, los perros y los gatos.«

Fragmentos de El lobo Estepario (1927).

«Y hablando del amor confieso que he seguido siendo un adolescente a todo lo largo de mi vida. Para mí ha sido siempre el amor a las mujeres una limpia adoración, una clara llama levantada sobre el cenagal de mi ser o un gesto implorante elevado a la altura»

«Nuestros hombres y mujeres se parecían también a los árboles. Eran duros como ellos, además de severos y poco habladores. Los mejores eran los más parcos en palabras. Y con su ejemplo aprendí yo a considerar a los hombres como siu fuesen árboles, sin reverenciarlos ni amarlos más que a los pinos silenciosos

«Y cuanto más frecuentes eran mis lecturas, mayor era la diferencia que hallaba al volver los ojos hacia la realidad circundante de la vida.»

«… Un árbol bañado por el sol, una roca, un animal o una montaña —dije— tienen una vida, una historia: viven, sufren, desafían, gozan y mueren. Pero nosotros no somos capaces de comprenderlos».

Fragmentos de Peter Camenzind (1904)