Las mejores frases del libro «El guardián entre el centeno»

Guardián entre el centeno frases

Famoso no solo por su escritura, sino también por su carácter privado, Jerome David Salinger es el autor de la famosa novela de 1951, El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye).

La naturaleza autobiográfica de la novela se convirtió en la voz de toda una generación de jóvenes sumidos en la frustración por las convenciones de la sociedad. Sin embargo, tras un éxito de ventas inmediato, el éxito de The Catcher in the Rye no persuadió a Salinger de publicar otra novela, y esta fue perseguida y en muchos lugares, censurada.

El guardián entre el centeno

JD Salinger publicó The Catcher in the Rye en 1951. En la novela, el narrador Holden Caulfield deja su escuela preparatoria (de la que fue expulsado casi al final del curso) para pasar un fin de semana sin supervisión en la ciudad de Nueva York, y simular ser un adulto. A lo largo de la historia, Holden revela gradualmente sus sentimientos sobre sus compañeros de clase, su familia y una tragedia que lo ha dejado aturdido.

La perspicaz mirada de Salinger al mundo de la alienación y la rebelión de los adolescentes ha convertido a El guardián entre el centeno en uno de los libros más leídos del siglo XX, y en una obra de culto hasta la actualidad.

Recortes de la novela

Los siguientes recortes, son extractos del libro, no siguen una línea cronológica ni pertenecen a capítulos subsecuentes.

En muchos de ellos, la esencia del mensaje puede verse alterada, por ello se invita a los lectores a realizar una lectura plena de la obra para poder apreciar mejor esta mirada que el escritor ha querido plasmar.

1. “Encantadores”. Esa es una palabra que no aguanto. Suena tan falsa que me dan ganas de vomitar cada vez que la oigo.

2. El cuerpo de la mujer es como un violín y que hay que ser muy buen músico para arrancarle las mejores notas.

3. Eso sí que me pone negro. Que alguien te diga una cosa dos veces cuando tú ya la has admitido a la primera.

4. Le ponía negro que le llamara “tarado”. No sé por qué, pero a todos los tarados les revienta que se lo digan.

5. Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando.

6. Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras.

7. «Encantadora». Si hay una palabra que odio, es esa. Suena de lo más hipócrita.

8. Ese es el gran problema. Nunca puedes encontrar un lugar que sea agradable y tranquilo, porque no existe. A veces puedes pensar que sí existe, pero una vez que estás allí alguien se acerca sigilosamente y escribe -jódete- en tus propias narices.

9. Tenía ganas de rezar o algo así, pero no pude hacerlo. Nunca puedo rezar cuando quiero. En primer lugar porque soy un poco ateo. Jesucristo me cae bien, pero con el resto de la Biblia no puedo.

10. Estaba guapísima. De verdad. Llevaba un abrigo negro y una especie de boina del mismo color. No solía ponerse nunca sombrero, pero aquella gorra le sentaba estupendamente. En el momento en que la vi me entraron ganas de casarme con ella. Estoy loco de remate. Ni siquiera me gustaba mucho, pero nada más verla me enamoré locamente.

11. Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de esas.

12. Antes yo era tan tonto que la consideraba inteligente porque sabía bastante de literatura y de teatro, y cuando alguien sabe de esas cosas cuesta mucho trabajo llegar a averiguar si es estúpido o no.