La amígdala y nuestras emociones están estrechamente ligadas aun cuando no seamos conscientes de ello. Veamos la función de esta importante estructura.
Estudiemos la amígdala y nuestras emociones, para conocer de qué manera se encuentran interrelacionados estos dos elementos en un sistema físico-mental esencial. La mencionada estructura, de forma almendrada, está situada en la sección más interna del cerebro. Y ambas, puesto que en realidad es otro de esos órganos de los que hemos sido dotados por pares, son fundamentales para la percepción del miedo, alegría, tristeza, cariño, etc.
Estas son reacciones que ofrecemos ante estímulos externos, como ver un bebé, oler una sustancia que nos trae recuerdos, o escuchar que aprobamos la materia. Asimismo, el iniciador puede provenir de nuestro interior; por ejemplo, un recuerdo que nos entristece, atemoriza o entusiasma.
Todas estas respuestas dependen de un complejo mecanismo, formado por circuitos eléctricos, que asocia las entradas (percepción) y las salidas (emoción). Se denomina sistema límbico.
Este conjunto de estructuras, del cual forma parte la amígdala cerebral, regula las respuestas orgánicas y emocionales de nuestro organismo. Es decir, el sistema límbico es responsable de efectuar el procesamiento de lo que sentimos, y, en consecuencia, regular o ajustar nuestro comportamiento. Nos concentraremos en la actuación del elemento mencionado, a fin de entender algunas de sus muchas funciones.
La amígdala y nuestras emociones | ¿De qué manera actúan?
La amígdala está firmemente conectada con una gran mayoría de las estructuras encefálicas. Su actividad no solo afecta al sistema nervioso, sino que se relaciona con toda la funcionalidad corporal. Se trata, pues, de un componente clave para la supervivencia de la humanidad en el planeta. La razón es que, integra las emociones generadas en nuestro interior con los patrones de conducta que se obtienen como respuesta fisiológica.
Por otro lado, este multifuncional elemento coordina las áreas que reciben la expresión corporal de la emoción y la corteza cerebral, responsable del efecto consciente. O sea, que juega un rol principal en el análisis del significado o interpretación de la experiencia vivida, que hacemos después de los eventos. Y no solo coordina la respuesta, sino que, gracias a su enlace con el lóbulo frontal, asimismo, es capaz de inhibir las conductas.
Ahora bien, no se deje engañar por las apariencias, y vaya usted a creer que la amígdala es una “pieza” más de nuestro cerebro; o que es, simple y predecible. La verdad es que, ninguna parte del sistema nervioso central (SNC) puede ser calificado de esta manera. Pero, la estructura que nos ocupa, menos que ninguna otra; puesto que, se relaciona con muchas secciones diferentes del SNC. Y como está conformada por una variedad de subelementos, se le suele llamar complejo amigdalino.
Secciones del complejo amigdalino
- Núcleo corticomedial. Capta las feromonas, por lo que, participa activamente en la respuesta sexual humana. Además, es responsable del control hormonal y de la sensación de saciedad asociada a la ingesta alimentaria.
- Núcleos basolaterales. Participa en el aprendizaje de las respuestas emocionales y en la iniciación de nuestras reacciones frente a los diferentes estímulos. También interviene en el control de la cantidad de alimentos que ingerimos.
- Núcleo central. Es la sección que más interviene en la manifestación de la respuesta emocional y de la generación de los sentimientos. Afecta tanto lo fisiológico, como lo conductual, al permitir comportamientos particulares en respuesta a las percepciones registradas.
Funciones del complejo amigdalino
Veamos algunas de las respuestas psicológicas y fisiológicas generadas por la amígdala:
- Integración emoción-respuesta autónoma. El complejo amigdalino es preciso en su gestión de las respuestas emocionales (emisión o inhibición), a nivel consciente e inconsciente. Es quien nos lleva a establecer una asociación entre las experiencias vividas y las sensaciones correspondientes (simpatía o aversión).
- Gestión del temor y reacción enfrentamiento/escape. Esta estructura está presente en las emociones positivas (por ejemplo, felicidad), y en otras de tipo adaptativo, como el miedo. Así, la amígdala ha sido pieza esencial para la supervivencia, al incitar o inhabilitar la respuesta de lucha/fuga. Sus lesiones producen respuestas de gran agresividad y coraje, durante las cuales la persona, peligrosamente, no siente ningún temor.
- Aprendizaje emocional. La amígdala afecta el aprendizaje condicionado y por asociación. Otorga la libertad para escoger las estrategias a utilizar ante determinados estímulos y guía en el reconocimiento de situaciones donde las mismas son aplicables. También influye sobre la organización de los recuerdos; debido, en especial, a que los asocia con estados emocionales. Incluso, cuando la memoria falla (por daños en el hipocampo), el complejo amigdalino conserva un cierto recuerdo emocional de los eventos.
- Regulación conducta sexual. Esta estructura permite que se establezca la asociación entre estímulos y gratificación (placer). Por otro lado, es responsable de la creación de vínculos emocionales entre dos personas y de su conexión con la necesidad de tener encuentros sexuales.
Las relaciones entre la amígdala y nuestras emociones agresivas o la respuesta de saciación, ya fueron mencionadas anteriormente. Por causa de sus condiciones neuroquímicas naturales, la estructura en cuestión, también se presenta un nexo sólido con los procesos de estrés y angustia. Por último, si la información presentada le ha llevado a ser consciente de que presenta trastornos en esta área, solicite atención profesional a la brevedad posible.
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