Hacerse la víctima significa tener una actitud ineficaz ante la vida. Cuando las cosas no salen como queremos, culpamos a los demás o al destino cruel y nos quedamos estancados quejándonos de nuestra situación.
Lo cierto es que hay que tratar de aceptar que la vida no es justa o injusta. La vida es simplemente una sucesión de hechos y acciones (incluso de otros). Depende de nosotros cómo reaccionamos y adaptarnos. O mejor dicho, debemos adaptarnos, ya que muchas veces nos hacemos las víctimas cuando no logramos aceptar la realidad, que es diferente a las expectativas que tenemos.
Que es la autocompasión
La autocompasión es un sentimiento exagerado de descontento con la propia vida, con lo que uno ha sufrido a causa de los demás o con los acontecimientos que lo rodean. Todos lo experimentamos, a lo largo de nuestra existencia. Algunas personas, sin embargo, lo convierten en un hábito constante que puede volverse tóxico.
Como todo mecanismo de autodefensa, puede aliviar el dolor y hacernos sentir protegidos. Sin embargo, en verdad es un proceso que causa más daño que el dolor que intenta aliviar.
La autocompasión no se trata de lo que realmente sucede, se trata de jugar a la víctima. Así que no es una condición como tal, sino la elección de hacerse la víctima, de tomarse un descanso de la vida, de sentirse libre para poder quejarse sin hacer nada.
Cuando hacemos esto nos quedamos muy atascados: seguimos culpando a los demás por cómo nos sentimos (y esperamos que sean la cura) y perdemos el control de nuestras acciones.
Cuando nos compadecemos demasiado de nosotros mismos, todo lo que vemos son nuestros problemas. Estamos tan comprometidos con nuestro papel de víctimas que ya no podemos ver a otras personas y preocuparnos por sus problemas, ya que creemos que el mundo gira a nuestro alrededor.
Los peligros de caer en el papel de víctima y la autocompasión
La autocompasión se relaciona principalmente con la ira y la rumiación, que en psicología significa seguir pensando y reviviendo algo. En este caso, la autocompasión nos lleva a revivir nuestra “experiencia” como víctima, bloqueándonos en esta condición.
De hecho, cuando hacemos el papel de víctima, es como si asumiéramos la mentalidad de un niño y nos sintiéramos impotentes. Creemos que desempeñar ese papel atraerá la atención y hará que los demás nos amen más, nos protejan o resuelvan nuestros problemas.
Sin embargo, esta es nuestra expectativa, porque en realidad sentir una autocompasión excesiva es estar en guerra con la realidad. De hecho, cuando la realidad es diferente a nuestras expectativas, no la aceptamos y la negamos.
Es una actitud peligrosa ya que alimenta cada vez más el desapego de la realidad. Además, nos refugiamos en el sufrimiento del papel de víctima y esto impide nuestro crecimiento personal.
Cómo salir de este hoyo que nos hemos cavado
Jugar a la víctima es ciertamente un papel pasivo, pero ante todo es una elección. Esto simplemente significa que puedes optar por no permitirte la autocompasión. Hay varias estrategias que pueden ayudarte a limitar esta actitud improductiva y dejar de jugar el papel de víctima.
Aceptar la realidad de una vez
Es mejor aprender a aceptar la realidad que luchar contra ella. Resiste el autosabotaje: elige no vivir en la ilusión de cómo deberían ser las cosas. Cuando dejas de cultivar expectativas, empiezas a aceptar la realidad tal como es. Si no tienes expectativas, no corres el riesgo de decepcionarte y, de hecho, encontrarás más que puedes apreciar las pequeñas cosas de la vida.
Deja de culpar a otros por tu miseria
Lo que hacen los demás es su responsabilidad. Por otro lado, depende de ti elegir cómo reaccionar. Cuando sucede algo, o más bien, cuando sucede algo que no esperabas o deseabas que fuera diferente, deja de pensar en ello.
Deja de culpar a los demás, por lo que hicieron o dejaron de hacer (según tus expectativas). No puedes esperar a que alguien solucione tus problemas. Solo depende de ti reaccionar a los eventos y cambiar situaciones con las que no estás satisfecho.
Abre tus ojos y deja de centrarte en ti mismo
No eres el único que sufre. Aprende a escuchar a los demás, incluso puedes descubrir que mientras te quejas de tus pequeños problemas, los demás están peor. Muchas personas mantienen la cabeza erguida y sonríen a pesar de sus problemas. Si tratas de ayudar a los que sufren, será cada vez más fácil contener y luego abandonar por completo tu tendencia a la autocompasión.
Practica la empatía
Hay tantos proverbios que te invitan a experimentar la vida y la perspectiva de los demás de primera mano antes de juzgarlos. Aquí, practicar la empatía significa hacer un esfuerzo por tomar en cuenta la perspectiva de la otra persona.
Trata de mirar a los demás, incluidos los «perpetradores», con comprensión, es posible que descubras que te has considerado víctima de alguien que, en el fondo, no era el perpetrador que creías que era.
Agradece las cosas que tienes y lo que eres
Las personas que tienden a hacerse la víctima a menudo están tan concentradas en quejarse y sentir pena por lo que no recibieron, que olvidan lo que ya tienen. Aprende a silenciar tu voz interior crítica y practica la gratitud: aprecia lo que tienes y, lo más importante, valora quién eres.
Sé compasivo contigo… pero también con los demás
Si quieres dejar de hacerte la víctima, aprende a ser compasivo, tanto con los demás como contigo mismo. La compasión es el antídoto para la autocompasión y trata de extender una compasión más genuina hacia ti mismo cada vez que te sientas inadecuado o sientas que has fallado o simplemente cuando sientas dolor, tal como lo harías con un amigo.
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