Comprender nuestras emociones reprimidas puede ser la mejor herramienta para tener control sobre nuestras acciones. Desde finales del siglo XX, el estudio de la neurociencia se ha centrado en las conexiones entre el cerebro y nuestras emociones. Cómo nos sentimos está indisolublemente ligado a nuestro sentido de valor personal. Actualmente, está comprobado que nuestras emociones no son simples reacciones automáticas.
Es necesario aprender a identificar, comprender y gestionar nuestras emociones para evitar que las emociones reprimidas guíen nuestro comportamiento.
Por eso le damos tanta importancia a la comprensión de nuestras emociones reprimidas. De esta forma, nos conoceremos a nosotros mismos y podremos determinar qué está pasando dentro de nosotros.
Entender nuestras emociones reprimidas nos ayuda a entendernos nosotros mismos
Las emociones reprimidas son aquellas que no queremos escuchar o intentamos ignorar. Sin embargo, al final, estas son las que dirigen nuestros comportamientos y pensamientos. Comprender nuestras emociones nos da la oportunidad de saber por qué actuamos de una forma u otra.
Todos filtran situaciones de acuerdo con sus emociones, por lo que todos experimentan diferentes interpretaciones de una situación. Nuestras experiencias nos llevan a ver el mundo de una manera especial y única. Cada situación crea diferentes emociones dentro de nosotros. Por tanto, conociéndonos a nosotros mismos podemos entender cómo actuamos.
Cuando reprimimos emociones como la ira o la vergüenza, nos dejamos abrumar por el miedo. Al evitar experimentar dolor o aceptar que estamos fuera de control de nuestro dolor, automáticamente activamos el funcionamiento independiente de las emociones las cuales no podremos controlar después.
Esto sucede cuando las emociones hablan por sí mismas a través de nuestras acciones. De hecho es normal que al no expresar nuestros sentimientos surgen problemas físicos como tensión muscular, dolor de cabeza, reacciones cutáneas o incluso enfermedades complejas. Lo cierto es que nuestras emociones siempre encontrarán la forma de expresarse.
Nuestras emociones se almacenan en la memoria sin que nos demos cuenta
A veces nos enfrentamos a situaciones y reaccionamos de formas que nos sorprenden. Esto sucede a través de la memorización de nuestras experiencias, que incorporamos consciente o inconscientemente. Cuando reprimimos nuestras emociones, no las procesamos. Dejamos que entren en nuestra memoria sin que nos demos cuenta.
Es importante reconocer lo que está sucediendo y cómo nos sentimos en todo momento. Si no sabemos cómo identificar nuestras emociones, entonces no seremos capaces de manejarlas. Por lo tanto, el primer paso es reconocer nuestros sentimientos y darles voz cuando piden hablar. Si no lo hacemos, terminaremos reprimiendo nuestras emociones y permitiéndoles actuar de forma autónoma.
Cuando sabemos lo que sentimos, podemos moldear nuestras emociones e intentar asimilarlas. Cuando nos escuchamos a nosotros mismos, podemos entender y gestionar nuestro comportamiento para poder actuar de forma consciente y comprensible.
Reprimir nuestras emociones tiene consecuencias físicas
Cuando negamos o reprimimos la expresión de emociones como el miedo, la tristeza o el enfado, no significa que simplemente desaparecen. No importa cuánto tratemos de eliminarlas, estas se quedarán de una manera u otra.
Por ejemplo, cuando sentimos ira o miedo, automáticamente provocas una tensión muscular que se manifiesta en los músculos motores. Por el contrario, cuando reprimimos la expresión de estas emociones, toda esta tensión se redirige hacia adentro. Esta tensión posteriormente se transfiere a los pequeños músculos internos.
A la larga, la tensión que acompaña a las emociones que no se manifestaron, acaba expresándose de otras formas. Por ejemplo, contracciones o rigidez muscular, dolor de cuello y espalda, enfermedades gástricas, dolores de cabeza e incluso enfermedades del hígado.
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