El Alzheimer y la demencia son trastornos neurodegenerativos que afectan a millones de personas en el mundo, especialmente a los mayores de 65 años.
Estas enfermedades se caracterizan por la pérdida progresiva de la memoria, el lenguaje, el razonamiento y otras funciones cognitivas, que interfieren con la calidad de vida de los afectados y sus familiares.
Entre los factores de riesgo que pueden contribuir al desarrollo del Alzheimer y la demencia se encuentra la nutrición. Una alimentación equilibrada y variada es esencial para mantener un buen estado de salud física y mental. Sin embargo, muchas personas presentan deficiencias de ciertas vitaminas que son fundamentales para el funcionamiento del cerebro.
Deficiencia de vitaminas y Alzheimer
En este artículo vamos a revisar algunas de las vitaminas que se han relacionado con el Alzheimer y la demencia, y cómo su deficiencia puede aumentar el riesgo de padecer estas enfermedades.
Vitamina D
La vitamina D es una vitamina liposoluble que se obtiene principalmente a través de la exposición al sol, aunque también se encuentra en algunos alimentos como el pescado azul, los huevos o los lácteos. Esta vitamina cumple diversas funciones en el organismo, como regular el metabolismo del calcio y el fósforo, fortalecer el sistema inmunitario y participar en la diferenciación celular.
Además, la vitamina D tiene un papel importante en el cerebro, donde actúa como una hormona neuroesteroide que modula la transmisión sináptica, la neurogénesis y la neuroprotección. Se ha demostrado que la vitamina D interviene en procesos cognitivos como la memoria, el aprendizaje y la atención.
Sin embargo, muchos estudios han encontrado que una gran proporción de la población presenta niveles insuficientes o deficientes de vitamina D en sangre, lo que se conoce como hipovitaminosis D. Esta situación puede deberse a una baja exposición al sol, a una dieta pobre en alimentos ricos en vitamina D o a una mala absorción intestinal de esta vitamina.
La hipovitaminosis D se ha asociado con un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, diabetes, depresión y cáncer. Asimismo, varios estudios han encontrado una relación entre los bajos niveles de vitamina D y el deterioro cognitivo, la demencia y el Alzheimer.
Lo que revelan los estudios e investigaciones
Por ejemplo, un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Exeter (Reino Unido) analizó los niveles de vitamina D en más de 1.600 personas mayores de 65 años sin demencia.
Tras un seguimiento de seis años, se observó que aquellos que presentaban una deficiencia severa de vitamina D tenían un 122 % más de probabilidades de desarrollar demencia y un 125 % más de padecer Alzheimer que aquellos con niveles adecuados. Estos resultados sugieren que la vitamina D podría tener un efecto protector frente a estas enfermedades.
Otro estudio realizado por investigadores españoles evaluó los niveles de vitamina D en 176 pacientes con Alzheimer y 229 controles sanos. Los resultados mostraron que los pacientes con Alzheimer tenían niveles significativamente más bajos de vitamina D que los controles, y que estos niveles se correlacionaban negativamente con el grado de deterioro cognitivo.
Estos y otros estudios apuntan a que la deficiencia de vitamina D podría favorecer el desarrollo o la progresión del Alzheimer y la demencia mediante diversos mecanismos, como el aumento del estrés oxidativo, la inflamación cerebral, el depósito de placas amiloides o la alteración del metabolismo neuronal.
Por lo tanto, es importante mantener unos niveles óptimos de vitamina D para prevenir o retrasar el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. Para ello, se recomienda una exposición moderada al sol (unos 15-20 minutos al día), una dieta rica en alimentos con vitamina D o suplementos dietéticos bajo supervisión médica si fuera necesario.
Vitamina B
Las vitaminas del complejo B son un grupo de ocho vitaminas hidrosolubles que participan en numerosas reacciones metabólicas del organismo. Estas vitaminas son esenciales para el funcionamiento del sistema nervioso central y periférico, ya que intervienen en la síntesis y el metabolismo de los neurotransmisores, las hormonas y los ácidos nucleicos.
Las vitaminas B más relacionadas con el Alzheimer y la demencia son la B1 (tiamina), la B6 (piridoxina), la B9 (ácido fólico) y la B12 (cobalamina). Estas vitaminas actúan como cofactores enzimáticos en el ciclo del ácido cítrico y en el ciclo de las metilaciones, procesos clave para obtener energía celular y regular los niveles de homocisteína.
La homocisteína es un aminoácido derivado del metabolismo de la metionina que puede tener efectos tóxicos sobre las células nerviosas si se acumula en exceso. Se ha observado que las personas con altos niveles de homocisteína en sangre tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, así como deterioro cognitivo, demencia y Alzheimer.
Esto se debe a que la homocisteína puede dañar las paredes de los vasos sanguíneos e inducir procesos inflamatorios y oxidativos en el cerebro. Además, la homocisteína puede interferir con la producción y el funcionamiento de los neurotransmisores acetilcolina y glutamato, implicados en la memoria y el aprendizaje.
Para evitar la acumulación de homocisteína es necesario disponer de suficientes cantidades de vitaminas B6, B9 y B12, que intervienen en su reciclaje o eliminación. Estas vitaminas también son necesarias para mantener unos niveles adecuados de metionina y S-adenosilmetionina (SAM), moléculas implicadas en las metilaciones celulares.
Las metilaciones son reacciones químicas que consisten en transferir un grupo metilo (-CH3) a otras moléculas para modificar su estructura o función. Estas reacciones son fundamentales para regular la expresión génica, sintetizar neurotransmisores y hormonas, reparar el ADN y proteger las células del estrés oxidativo.
Por otro lado, la vitamina B1 es imprescindible para el metabolismo energético cerebral. Esta vitamina actúa como cofactor enzimático en varias reacciones del ciclo del ácido cítrico y del ciclo pentosas-fosfato, vías metabólicas responsables de producir ATP (la molécula energética celular) y NADPH (un agente reductor celular).
La deficiencia de vitamina B1 puede provocar una disminución del rendimiento energético cerebral y una mayor vulnerabilidad al estrés oxidativo. Esto puede afectar negativamente a las funciones cognitivas e inducir alteraciones neurológicas como confusión mental, pérdida de memoria o ataxia.
La deficiencia severa y prolongada de vitamina B1 puede causar una enfermedad conocida como síndrome de Wernicke-Korsakoff (SWK), caracterizada por lesiones cerebrales irreversibles que producen demencia global. Esta enfermedad suele darse en personas alcohólicas crónicas o con malnutrición severa.
La deficiencia moderada o subclínica de vitamina B1 también puede contribuir al desarrollo o progresión del Alzheimer y otras formas de demencia.
Conclusiones
Las vitaminas antioxidantes, como la A (retinol), la E (tocoferol), la C (ácido ascórbico) y el ß-caroteno, protegen al cerebro del daño causado por los radicales libres, unas moléculas inestables que se generan por el metabolismo celular o por factores ambientales.
Los radicales libres pueden alterar las membranas celulares, las proteínas y el ADN, provocando estrés oxidativo y muerte celular. Se ha demostrado que las vitaminas antioxidantes pueden prevenir o atenuar el estrés oxidativo y sus efectos nocivos sobre el cerebro .
En conclusión, una alimentación equilibrada y variada que aporte las cantidades adecuadas de vitaminas puede ser una medida preventiva para mantener una buena salud cerebral y evitar o retrasar el desarrollo de demencia y Alzheimer.
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