La ciudad y el estrés – ¿Cómo puede influir en tu salud mental?

El estrés asociado a la ciudad

Un grupo de canadienses del Instituto Douglas de Salud Mental, afiliado a la Universidad McGill [¹], ha demostrado que vivir en la ciudad es un riesgo para la salud mental y que en el cerebro de los «ciudadanos» algunas estructuras se modifican y, por lo tanto, se vuelven excesivamente sensibles a los estímulos estrogénicos.

El estrés asociado a la ciudad no es algo nuevo

No es que sea algo nuevo: estudios previos ya han dicho, por ejemplo, que los ciudadanos sufren de ansiedad y trastornos del estado de ánimo más que las personas en espacios rurales y que la incidencia de esquizofrenia también aumenta entre los nacidos y criados en un entorno urbano.

Dado que más de la mitad de la población mundial vive en un entorno urbano, los investigadores que realizaron este estudio creen que crear un entorno urbano más habitable es una prioridad (o debería serlo). Vivir en la ciudad también tiene beneficios para la salud, debido a la mayor accesibilidad a los servicios de salud, sin embargo, es inequívocamente más inestable psicológicamente, o eso ha dicho la epidemiología hasta ahora.

Diferencias en la actividad cerebral dependiendo la zona donde se vive

Este grupo de canadienses informaron acerca de las diferencias entre un cerebro de «ciudadano desde el nacimiento» al de aquellos que viven en el campo y que en algún momento se van a vivir a la ciudad. Un grupo de voluntarios alemanes se sometió a una prueba, la Montreal Imaging Stress Task (MIST), que también se puede realizar mediante imágenes de resonancia magnética funcional. [²]

Por lo tanto, con esto puedes ver lo que sucede en el cerebro cuando tiene que enfrentar eventos estresantes y si hay diferencias entre las personas criadas en diferentes entornos. El resultado de la imagen dice que los ciudadanos nativos tienen una forma diferente de procesar y evaluar el estrés, particularmente cuando el estrés está relacionado con alguna forma de interacción social.

Quienes no nacieron en ciudades pero viven ahí activan más la amígdala, una estructura muy bien conocida ya que está involucrada en mecanismos como el miedo, mientras que los nativos de ciudades tienen una activación particular de la corteza cingulada anterior, que a su vez es importante porque controla la amígdala y regula emociones negativas.

Hay muchos elementos interesantes en este estudio: en primer lugar, la idea de aplicar el análisis de la estructura del cerebro a un fenómeno complejo como nacer y vivir en un entorno urbano con la esperanza de identificar un marco de activación particular.

El otro elemento característico es el descubrimiento de que nacer y crecer en la ciudad, o solo vivir en la ciudad en el momento de la prueba son condiciones que dan lugar a resultados diferentes y esto podría tener un significado importante para prevenir enfermedades y condiciones.

En particular, es útil recordar que el área del cerebro que muestra diferencias en los nativos urbanos, es decir, la corteza cingulada, también se ha involucrado en la esquizofrenia, y muchos estudios realizados en adolescentes al comienzo de esta enfermedad muestran una especie de «desconexión» entre esta zona y la amígdala, con lo cual se puede decir que el vínculo entre la enfermedad y el factor de riesgo (en este caso de la ciudad) es sólido.

El estrés social

Pero aún hay más: los investigadores saben que las causas de estas diferencias cerebrales podrían ser múltiples (contaminación, sustancias tóxicas, ruido, factores demográficos u otros) pero afirman con confianza que la causa es el estrés social, es decir, precisamente el tipo y métodos de interacción entre seres humanos típicos de la gran ciudad.

Esta es, según ellos, la hipótesis más parsimoniosa ya que los estudios en animales ya han demostrado que la corteza cingulada anterior y la amígdala experimentan un reordenamiento sináptico y neuronal cuando el animal está sometido a estrés social. En un contexto humano, esto significa que la ciudad es un entorno que potencia los efectos negativos de todos los tipos de estrés, incluidos, por ejemplo, las disparidades socioeconómicas o la dificultad de crear una red sólida de relaciones.

En resumen, este primer intento de interdisciplinariedad, entre la neurociencia y la sociología, nos brinda un apoyo científico adicional para hacer que nuestras ciudades sean lugares más habitables, también desde el punto de vista de las relaciones y no solo desde el medioambiental.

[mks_toggle title=»Bibliografía:» state=»close «]

  1. Schneiderman, N., Ironson, G., & Siegel, S. D. (2005). Stress and health: psychological, behavioral, and biological determinants. Annual review of clinical psychology1, 607–628. doi:10.1146/annurev.clinpsy.1.102803.144141 [Pubmed]
  2. Dedovic, K., Renwick, R., Mahani, N. K., Engert, V., Lupien, S. J., & Pruessner, J. C. (2005). The Montreal Imaging Stress Task: using functional imaging to investigate the effects of perceiving and processing psychosocial stress in the human brain. Journal of psychiatry & neuroscience : JPN30(5), 319–325. [Pubmed]

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