El ciclo de la violencia en las relaciones de pareja

La violencia en las relaciones de pareja

Las relaciones violentas se basan en una asimetría de poder entre los sexos, reforzada por los estereotipos que relegan a las mujeres casi exclusivamente a un papel tradicional de cuidado y apoyo para las diversas figuras masculinas (padres, hermanos, parejas e hijos).

Cuando hablamos de violencia, sea lo que sea, debemos enfrentarnos a una condición de malestar que a menudo se repite dentro de relaciones estables. El fenómeno de la violencia es cíclico y se desarrolla en fases distintas. El desencadenamiento del llamado «ciclo de violencia» está precedido por un comportamiento estratégico del hombre con el objetivo de aislar a la mujer y hacer que rompa cualquier relación importante de familia, amistad y trabajo.

 Las fases del ciclo de violencia

En psicología se ha estado hablando durante años sobre el «ciclo de violencia«, el cual está constituido por fases reales sucesivas, que se repiten constantemente. Cuando nos referimos a la palabra “violencia” cabe destacar que existen de diversos tipos y no solo se hace referencia a la violencia física o maltrato. Sobre todo en el comienzo de este ciclo, suelen observarse actitudes de violencia verbal, económica, sexual, etc.  Hay cuatro fases evolutivas de violencia que han sido identificadas por Leonor Walker (psicóloga estadounidense que fundó el Instituto de Violencia Doméstica) y se indican a continuación:

 Fase de tensión

En esta etapa, la violencia no se manifiesta directamente, sino que se expresa a través de actitudes hostiles y palabras o frases a menudo ofensivas, por ejemplo. «Ni siquiera eres capaz de cocinar un huevo».

En esta fase, la tensión puede ser muy alta y entre los maltratados y los maltratadores se podrían desencadenar comunicaciones no verbales muy explícitas, como silencios prolongados en el tiempo pero sin motivación real y llenos de tensión, estados de ánimo deplorables constantes y gestos amenazadores. Es esencial atribuir la importancia correcta al lenguaje no verbal, ya que a menudo es la causa de gran incomodidad para los abusados.

En esta fase podemos ver una idealización realizada por la mujer hacia su pareja asociada con una serie de prohibiciones y presiones psicológicas actuadas por esta última.

 Fase de ataque

La tensión acumulada en la fase anterior se descarga en la persona maltratada a través de actos directos de violencia (a menudo física) que pueden llevar a consecuencias muy graves y recurrir, en el mejor de los casos, a servicios de salud como Primeros Auxilios.

A menudo, la transición de la primera fase a la segunda tiene lugar en el momento en que el maltratado es consciente y menciona que ha logrado su propia autonomía respecto del abusador.

La mujer u hombre maltratado por su pareja experimentará sentimientos de devaluación del sentido de sí mismos y probablemente estarán sujetos a desarrollar una sintomatología depresiva y de ansiedad.

 Fase de arrepentimiento y disculpa

En esta etapa, el perpetrador generalmente tenderá a menospreciar su comportamiento violento e intentará recuperar a la persona maltratada.

En los casos de relaciones de pareja en las que el hombre actúa sobre el abuso hacia la mujer, a menudo presenciamos declaraciones de amor, arrepentimientos, disculpas, regalos y, por sobre todas las cosas, promesas de cambio. Hay que tener en cuenta que verdaderamente son muy pocas las veces en las que este cambio se produce.

La víctima a menudo reacciona a estas afirmaciones sintiéndose culpable, manifestando sus deseos de pedir perdón y eligen renunciar a sus necesidades por el bien de la otra persona (apariencias, prejuicios, niños, hogares, etc.).

Fase de reconciliación

En esta etapa, el maltratador es consciente de la posibilidad de pérdida de la víctima, por lo que manifiesta verdaderos (aunque temporales) cambios en su personalidad y manera de dirigirse a su pareja.

Estamos en la etapa final, pero hablamos de un ciclo repetitivo. En este momento la situación parece haber sido superada con éxito, muchas veces se compara esta fase con una “luna de miel”, ya que el maltratador actúa de manera amistosa y empática, y la víctima idealiza nuevamente a su pareja, creyendo que todo está bien.

Esta fase puede extenderse en el tiempo, hasta que nuevamente, cuando la persona violenta sienta poder sobre el otro, comenzaran pequeños actos de violencia indirecta llevándonos nuevamente a la etapa primera. De esta manera se repite constantemente el ciclo de violencia.

Cuando nosotros somos victimas

La mayoría de las opiniones sobre las parejas que experimentan situaciones de violencia, provienen desde afuera. Cuando estamos inmersos en una relación toxica, es sumamente delicado y complicado ser conscientes de lo que realmente sucede. Es por eso que los ciclos pueden perpetuarse durante mucho tiempo sin que la víctima busque ayuda o sepa realmente lo que esta pasando.

A menudo, las noticias sacan a la luz los feminicidios y la violencia familiar, y las reacciones de muchos están contenidas en estas preguntas: «¿pero por qué no lo dejó?»; «Algunas mujeres son realmente estúpidas, ¿por qué están buscando hombres así?”.

El caso es que la dinámica relacional que se crea entre el abusador y el abusado es muchísimo más compleja de lo que se cree. Son muchos los factores intervinientes y los desequilibrios o afecciones psiquiátricas que puede manifestar la víctima de violencia.

Debemos ser muy cuidadosos y observadores en cuanto a la dinámica que se manifiesta en la pareja. Una acción violenta, por mínima e indirecta que parezca, es suficiente para establecer límites o alejarse. Los actos violentos son pequeños en un principio, y luego derivan en otros muchos más graves y peligrosos.

Cuando observamos alguna conducta que nos llame la atención en algún conocido, debemos actuar de inmediato, ofreciendo ayuda y tratando de acercar a estas personas a profesionales que puedan ayudarla.

Estos casos son muy delicados por el potencial peligro que conllevan, siempre debemos acudir cuanto antes a profesionales, pero el primer paso debe ser el alejamiento. En un lugar, espacio o ámbito en el que no nos sentimos cómodos, no debemos permanecer. Siempre nuestro bienestar y equilibrio es prioridad sobre todas las cosas.