Conociendo la ciencia del tacto y las emociones

Descubriendo la ciencia del tacto

Si alguien te dijera que es posible comunicar gratitud a un completo desconocido con un toque de dos segundos, ¿lo creerías?

Aunque el poder del habla nos permite expresar gran sutileza y complejidad en nuestros mensajes, los investigadores de la psicología han demostrado que algo tan complejo como la gratitud o la simpatía se puede comunicar con un simple toque.

En las especies sociales, las emociones prosociales son aquellas que promueven el bienestar del grupo. Al participar en actos de confianza y cooperación, los grupos sociales sobreviven.

Los padres y la descendencia forman vínculos, y los individuos actúan de manera mutuamente beneficiosa y altruista para sembrar la confianza entre ellos. Un número creciente de estudios acerca del tacto y la emoción revelan nuestra profunda necesidad de contacto humano y calor.

El tacto puede ser la clave para comunicar las emociones prosociales y para promover la cohesión y la supervivencia grupal.

Un estudio sobre la comunicación a través del tacto

En un artículo publicado en 2006 “Touch Communicates Distinct Emotion” (El tacto comunica distintas emociones), los doctores Dacher Keltner y Matthew Hertenstein investigaron la capacidad del tacto para transmitir diversas emociones.

Dada la importancia de la cooperación y el altruismo en los grupos sociales, Keltner y sus colegas plantearon la hipótesis de que debería ser posible comunicar emociones tan solo a través del tacto.

Para su estudio, 212 voluntarios entre las edades de 18-40 se clasificaron en parejas llamadas díadas. En cada díada, una persona tocó (el «codificador») y la otra recibió el toque (el «decodificador»).

Cada díada se sentó en una mesa que estaba atravesada por una cortina negra opaca, y no tuvieron oportunidad de verse o escucharse. El decodificador recibió instrucciones de colocar un antebrazo a través de la cortina. Al otro lado de la cortina estaba el codificador, que presentó una de las doce emociones al decodificador al tocar el brazo expuesto del decodificador.

Además, al codificador se le dio libertad para elegir la mejor manera de comunicar cada una de las emociones, incluyendo enojo, asco, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa, simpatía, vergüenza, amor, envidia, orgullo o gratitud. Luego, el decodificador eligió de entre las doce emociones la que creía que describía mejor lo que el codificador intentaba comunicar.

Keltner y Herenstein descubrieron que la ira, el miedo y el asco se comunicaban en un mayor porcentaje (que se estableció en un 25%) junto con las emociones prosociales como el amor, la gratitud y la simpatía.

Curiosamente, este experimento reveló que usamos algunos tipos de contacto específicos para comunicar estados emocionales particulares. Los asistentes de la investigación, sin tener conocimiento acerca de las emociones que los codificadores tenían instrucciones de comunicar, monitorearon las «señales táctiles» del codificador segundo a segundo.

Los asistentes de investigación utilizaron una serie de sistemas de codificación que los investigadores utilizan habitualmente para investigar el tacto. Los tipos de señales, que incluyen golpeteo, caricias, apretones, empujones, y cosquillas, entre otros, se observaron y cuantificaron en términos de frecuencia, duración e intensidad.

Aunque 106 codificadores diferentes participaron en el experimento, tendieron a usar señales táctiles similares para transmitir algunas emociones. Por ejemplo, la simpatía se comunicaba con palmaditas o caricias, mientras que la ira se comunicaba con empujes.

Comunicación táctil entre el género masculino y femenino

En un artículo de 2009 que reexaminó estos datos, Keltner y su equipo encontraron algunos patrones interesantes de comunicación entre los géneros. Las díadas eran masculino-femenina (donde el codificador era masculino y el decodificador era femenino, y viceversa), masculino-masculino o femenino-femenino.

Solo cuando la díada estaba formada por hombres, había una mayor posibilidad de que pudieran comunicar ira. Solo cuando la díada consistía en mujeres, había una mayor posibilidad de que lograran comunicar la felicidad. Había más probabilidades de que se comunicara la simpatía solo cuando había al menos una mujer en la díada.

Uno de los hallazgos más curiosos del estudio fue cuán indefensos se encontraban los hombres y las mujeres para comunicarse emociones específicas entre sí. Como explicó el Dr. Keltner en una conferencia pública:

“Cuando las mujeres intentaban comunicarle la ira al hombre, él no tenía idea de lo que estaban tratando de decirle. Y cuando el hombre intentaba comunicarle compasión a la mujer, ella no acertaba qué sentimiento era. Ella no tenía idea de lo que estaban tratando de comunicar.”

La biología del tacto

Los estudios del Dr. Keltner sobre el tacto y las emociones existen dentro del contexto de la teoría evolutiva. Incluso el mismo Charles Darwin percibió el altruismo, el desinterés y la preocupación por el bienestar de los demás como un rasgo adaptativo y lo cual es completamente congruente con la teoría de la selección natural que tan famosamente elaboró.

Los receptores sensibles a la presión, el calor y otros factores desencadenantes hacen que nuestros cuerpos liberen una oleada de oxitocina.

La oxitocina se ha estudiado en topillos de la pradera monógamos, en las madres lactantes, y en las parejas humanas donde se cree que está involucrada en promover comportamientos asociativos tales como la compasión, y que construye la confianza entre estos individuos.

Un contexto más contemporáneo para los comportamientos prosociales es en los deportes competitivos. En un artículo de 2010 publicado en la revista Emotion, el equipo del Dr. Keltner predijo correctamente que habría mejores resultados en la temporada 2008-2009 para aquellos equipos de la NBA cuyos atletas tuvieron contacto físico entre sí con mayor frecuencia y de manera positiva (por ejemplo, golpes en el pecho, chocar las manos, abrazos, amontonamientos, etc.) a principios de la temporada.

Como Darwin pudo notar astutamente durante sus investigaciones, para los animales sociales, los comportamientos que permiten consolidar lazos con los demás deben permanecer ya que el altruismo es un rasgo adaptativo.

El tacto para el desarrollo

Los mensajeros químicos como la oxitocina ayudan a reforzar comportamientos adaptativos específicos como el tacto positivo. Pero el tacto no solo fomenta la cooperación dentro de los grupos, sino que también es necesario para el desarrollo físico y psicológico adecuado en los mamíferos lactantes.

Se ha demostrado que el tacto regular desde el nacimiento tiene efectos que promueven el crecimiento en los bebés.

Las crías de ratas que son separadas de sus madres por períodos prolongados de tiempo presentan un retraso en su crecimiento en comparación con las que no son separados de sus madres a pesar de que sean alimentadas con la misma cantidad de comida.

En un artículo del año 2003, el Dr. Saul Schanberg y sus colegas describen cómo el «comportamiento maternal» de las ratas hembras (en este caso, el aseo de sus crías) estimula la liberación de prolactina y hormona de crecimiento en sus crías, ambas necesarias para el crecimiento adecuado.

Y en cuanto a aplicar estos hallazgos a los humanos, el Dr. Tiffany Field (del Touch Research Institute) y otros compararon las tasas de crecimiento de los bebés prematuros que fueron mantenidos en incubadoras sin tacto (protocolo estándar) con los que fueron sometidos a masajes ligeros varias veces al día.

Poco después de su nacimiento, los bebés prematuros se colocan en entornos asépticos, donde se alimentan por vía intravenosa y, a menudo, pasan largos períodos de tiempo sin recibir tacto.

A pesar de que se les dio exactamente la misma cantidad de alimento, los bebés prematuros que recibieron un ligero masaje varias veces al día ganaron entre un 21 y un 47% más de peso que los bebés prematuros que no recibieron tacto.

Además de tener un conocido efecto calmante en los bebés, el tacto “nutritivo” es fundamental para un desarrollo cognitivo adecuado. Estudios han demostrado que los bebés que se cargan y tocan de manera positiva con mayor frecuencia también demuestran resistencia al estrés de por vida y una cognición más desarrollada.