Maltrato infantil | Reconocer, detener y denunciar al agresor

El maltrato infantil

El maltrato infantil es un delito que atenta contra lo más sagrado de la sociedad: los niños. Nuestro deber moral es ser capaces de reconocerlo e impedirlo

Por maltrato infantil se entiende cualquier acto, omisión o negligencia, deliberada, que prive a una persona menor de 18 años de sus derechos y bienestar. Este atenta contra el desarrollo corporal, mental o social y puede ser obra de familiares, maestros, médicos e incluso instituciones. Todo aquel que tenga niños propios o ajenos, a su cargo, debería estar en capacidad de reconocer y detener el abuso, o al menos de denunciar al agresor ante los organismos competentes.

El abuso infantil genera consecuencias imprevisibles a largo plazo. La razón es que provoca estrés, ansiedad extrema y angustia; por lo que, se le asocia a problemas del cerebro en proceso de crecimiento y maduración. Los casos extremos llegan a impactar, además, el desarrollo de los sistemas autoinmune y nervioso. Por ende, los adultos que fueron maltratados tienen un mayor riesgo de experimentar trastornos físicos y psicológicos, como depresión, conductas sexuales arriesgadas y embarazos indeseados.

Del mismo modo, pueden resultar adictos al alcohol, tabaco y/o estupefacientes. El maltrato puede llegar a originar enfermedades cardíacas, cáncer, suicidio, homicidio e infecciones transmitidas por vía sexual. A su vez, el daño psicológico del infante afecta todo su desarrollo y a menos que se aplique un tratamiento psicológico profundo, podría tener consecuencias graves en la vida adulta. Un niño abusado podría sufrir de poca autoestima, bajo rendimiento escolar, introversión, agresividad, hostilidad y desapego.

Clasificación del maltrato infantil

El abuso infantil puede tomar distintas formas y, en muchas ocasiones, el niño maltratado sufre, simultáneamente, varias de ellas:

  • Maltrato físico. Cualquier acto de desidia o acción cometida contra un niño que traiga como consecuencia una lesión física o una enfermedad. Aun el riesgo de que, a futuro, llegue a padecerla, se incluye en esta clasificación. Recuerde que, una agresión grave, aunque sea eventual, de un padre airado puede generar un daño definitivo e incluso, la muerte. 
  • Abuso sexual. Cualquier tipo de actividad de esta índole que se realice con un menor de edad. Entre los actos penalizados se encuentran: tocar los genitales con esa intención, contacto oro-genital, relaciones sexuales, coito anal, explotación sexual con fines mercantilistas y exposición a material pornográfico.
  • Maltrato emocional. Esto abarca toda acción que atente contra la autoestima, la autoaceptación o el bienestar mental y emocional del menor. Dentro de esta categoría entran los ataques verbales en los que se reprende de manera continua y sin razón, o se desvaloriza al individuo. También se considera que aislarlo físicamente, ignorarlo o rechazarlo de forma abierta son manifestaciones del maltrato emocional.
  • Maltrato médico. Es también llamado Síndrome de Münchhausen. Se presenta cuando el o los adultos, responsables de la criatura, la obligan a recibir continuos exámenes médicos, medicamentos o ingresos a instituciones hospitalarias. Suelen alegar un trastorno ficticio o tratarse de uno que ha sido provocado por el mismo cuidador.  
  • Abandono. Se considera dentro de esta categoría la restricción al suministro de alimentos, techo y cobijo. También podemos incluir la falta de cariño, supervisión, acceso a la educación o a los cuidados médicos u odontológicos adecuados.
  • Maltrato institucional. Aquí englobamos a las legislaciones, procedimientos, actos u omisiones por parte de los organismos gubernamentales o poderes públicos. También incluye la actuación de profesionales y cualquier tipo de abuso cometido por estos, que violen los derechos fundamentales del infante. 

¿Cómo reconocer a un niño que sufre de maltrato?

Los adultos debemos prestar atención a las siguientes señales en nuestros hijos, o en niños que estén bajo nuestra responsabilidad:

  • Cambios de conducta. Si, por ejemplo, se trataba de un niño tranquilo, amigable y ahora es nervioso, agresivo, desobediente o grosero. Lo contrario también pudiera suceder, y en ese caso podría transformarse de divertido, travieso y juguetón en alguien callado, solitario o triste.
  • Problemas de rendimiento escolar. Un buen estudiante que repentinamente, se vuelve descuidado, indiferente o distraído con respecto a sus estudios, está enviando una señal de alerta.   
  • Cambios de horarios. El niño comienza a salir temprano de su hogar y a regresar lo más tarde posible o se niega a ir a la escuela, al grupo de tareas dirigidas, al médico, a usar el transporte escolar, etc. El caso es que manifiesta temor hacia una situación que antes manejaba con libertad.
  • Temor al contacto físico. De repente, se niega a ser tocado, se asusta cuando se le acerca un adulto o llora con facilidad. También pudiera experimentar alteraciones psicológicas: depresión, fallas en su autoconfianza, ansiedad y temores. 
  • Aislamiento. Preste atención a un niño sociable que, repentinamente, no quiere compartir con sus amigos, ni realizar sus actividades de rutina. Sino que, más bien, prefiere estar solo.
  • Intentos de suicidio. Esta es una señal que, por ninguna razón, se debe pasar por alto. También pudieran presentarse terrores nocturnos, pesadillas recurrentes, temor a ir a la cama, etc. 
  • Conocimiento sexual. El niño utiliza un lenguaje o una conducta de corte sexual que no se ajusta a la edad que tiene. O comienza a hacer dibujos relativos a los órganos genitales o la actividad sexual.
  • Trastornos diversos. Problemas para comer, vómitos o diarreas. Aquí incluimos también las regresiones, como perder el control de esfínteres después de haberlo dominado. 

Por último, si como adulto cree que un niño conocido, hijo, alumno, paciente, etc., es víctima de maltrato infantil no sea indiferente, su vida podría estar en peligro. De acuerdo a la situación, comuníquese, a la brevedad posible, con la instancia que corresponda, padres, director o psicólogo de la escuela, párroco o pastor, etc. Averigüe cuales son las instituciones de su comunidad que ofrecen protección a los menores de edad. Y, sobre todo, investigue y documéntese respecto al tema.