El arte de engañarse a uno mismo para engañar a los demás

Las decisiones las toma el cerebro o el corazón. Sean lo que sean mentira o verdad. Es una eterna dualidad que caracteriza nuestra vida y nuestro pensamiento. Deriva de la filosofía griega y de algunas de sus grandes figuras, como Aristóteles. La contribución de este filósofo al pensamiento griego le valió el título de «El Filósofo».

Mujer que se engaña a sí misma

Pero también fue conocido como “El Hombre de Ciencia”, porque Aristóteles creó uno de los primeros cimientos sólidos de la ciencia: llegar a la verdad a través de la observación y la experimentación, no basándose en razonamientos abstractos.

Aristóteles y el corazón

Aristóteles vio el corazón como el órgano más importante del hombre, a diferencia del cerebro.  Para el filósofo griego, es el corazón, no el cerebro, el que dicta las sensaciones y los movimientos. Es el lugar que fusiona esa información que recibimos de nuestro entorno. Es allí donde nace la respuesta al universo que yace al otro lado de nuestra piel.

Las razones de Aristóteles para ver el corazón como el centro principal de nuestro comportamiento son muchas. Basándonos en sus textos, podemos citar la siguiente razón: el corazón ocupa una posición central en el cuerpo y es sensible a las emociones.

Por otro lado, Aristóteles argumentó que el corazón late más rápido en respuesta a algunas sensaciones, pero el cerebro no hace nada. Comprendió que si abrimos el cráneo hacia el cerebro, podemos cortar partes sin que el ser vivo muestre signos de sufrimiento, mientras que el corazón se perturba profundamente incluso por un pequeño cambio.

Los que se engañan a sí mismos son buenos para engañar a los demás

El autoengaño es un rasgo humano normal. Nuestro cerebro sabe lo que está pasando, pero activa un sinfín de mecanismos que crean una realidad paralela llena de tantas mentiras que acabamos creyéndonosla, y por tanto la repetimos y operamos en base a ella.

Un estudio concluyó que las personas que se engañan a sí mismas son las mejores para engañar a los demás. Este estudio fue realizado por diferentes universidades del Reino Unido (Universidad de Newcastle, Queen Mary London, Exeter y University College London).

Se reunió a un grupo de estudiantes y se les pidió que evaluaran a los demás y a sí mismos con una calificación. Los investigadores encontraron que las personas que se dieron calificaciones más altas fueron mejor evaluadas por los demás, independientemente de su desempeño real. Seis semanas después se repitió el experimento y surgieron los mismos resultados.

¿Hay beneficios en el autoengaño?

El autoengaño

Según Robert Kurzban, un psicólogo revolucionario de la Universidad de Pensilvania y autor del libro “Por qué todos (los demás) son hipócritas”, engañarnos a nosotros mismos puede no ser tan malo como parece, especialmente para las criaturas sociales como los humanos. Quizás las mentiras que decimos a veces tienen una función.

Robert Kurzban tiene dos ideas básicas. Por un lado, si consideramos el cerebro como compuesto por diferentes partes o diferentes módulos, es fácil comprender que creamos muchas cosas contradictorias, desde nuestros objetivos hasta nuestra concepción de la moralidad.

Por otro lado, hay un mundo ahí fuera, pero nuestro cerebro se dedica a interpretar nuestra experiencia. No tenemos acceso a la realidad, solo a lo que nuestro cerebro percibe como realidad.

Los humanos son criaturas evolucionadas y la evolución es un proceso competitivo. Hemos evolucionado para luchar con lo que nos rodea y hemos aprendido a engañar y crear mentiras. Ese espíritu de lucha se basa en parte en que tratamos de convencer a otros de cosas que no son ciertas.

Hay varias formas en las que una persona puede engañarse a sí misma diciendo mentiras, pero la pregunta que debemos hacernos es ¿soy yo el que me engaño a mí mismo? o «¿Simplemente reacciono a las equivocaciones de una manera interesante?».