La música «barata»: ¿un reflejo de la falta de educación y valores?

El vasto y riquísimo universo sonoro que ha acompañado a la humanidad desde sus albores se encuentra hoy, paradójicamente, en un punto de inflexión. En una era caracterizada por la accesibilidad y democratización de la música gracias a la tecnología, nos enfrentamos a un fenómeno alarmante: la proliferación de la «música barata».

Más allá de una etiqueta peyorativa, este término describe una producción musical que, lejos de enriquecer el espíritu, parece responder a los intereses comerciales de una industria ávida de beneficios rápidos.

En este contexto, se hace urgente reflexionar sobre las causas y consecuencias de este declive estético y valorar la responsabilidad de la sociedad en su conjunto.

La banalidad sonora

La esencia del arte musical, que históricamente ha servido como espejo de la sociedad, reflejando sus emociones, anhelos y preocupaciones, está siendo opacada por una ola de banalidad. Esta «música barata» no solo se caracteriza por su falta de profundidad lírica, sino también por su producción en serie, que prioriza la cantidad sobre la calidad.

La tecnología, si bien ha democratizado el acceso y producción musical, también ha simplificado el proceso de creación. Cualquier individuo, armado con una aplicación de edición musical, puede producir y distribuir su «obra», independientemente de su formación o conocimiento musical.

Esto ha llevado a un mercado saturado de piezas que carecen de originalidad y autenticidad. El peligro radica no solo en la producción masiva de esta música, sino en su aceptación y consumo por una audiencia que parece haber perdido la capacidad de discernir.

La industria musical: ¿Cómplice o víctima?

La industria musical, con su maquinaria comercial, juega un papel crucial en la proliferación de la «música barata». Las grandes discográficas, en su afán de maximizar ganancias, han adoptado una estrategia de producción en masa que prioriza lo comercialmente rentable sobre lo estéticamente valioso. Esta dinámica crea un ciclo vicioso: la industria produce lo que se vende, y lo que se vende define lo que la industria produce.

Sin embargo, responsabilizar únicamente a la industria sería simplista. El público, con sus elecciones de consumo, también tiene un papel en esta ecuación. Si la demanda por música de mayor profundidad y calidad fuese mayor, la oferta se adaptaría en consecuencia.

La responsabilidad de la educación

La formación y educación musical en la sociedad moderna deja mucho que desear. En muchas instituciones educativas, la música es relegada a un segundo plano o incluso eliminada del currículo. Esta falta de formación ha suscitado generaciones de consumidores musicales que carecen de las herramientas para apreciar y discernir la calidad musical.

Una educación musical sólida no solo enseña a tocar un instrumento o a leer partituras; también forma el oído, agudiza el sentido crítico y proporciona un marco histórico y cultural que permite contextualizar y valorar las distintas manifestaciones musicales.

La glorificación de lo inapropiado

Una de las críticas más contundentes hacia la «música barata» se centra en su contenido lírico. Es innegable que ciertos géneros y artistas han normalizado y glorificado temáticas problemáticas, desde la objetivación sexual hasta la promoción de la violencia y el consumo de drogas.

Esta tendencia es especialmente preocupante cuando se considera el impacto que la música puede tener en la formación de valores y actitudes, especialmente entre los jóvenes.

No obstante, es esencial diferenciar entre la libertad de expresión artística y la promoción irresponsable de valores nocivos. Mientras que la música siempre ha sido un medio para expresar emociones y narrar historias, incluso las más oscuras, la glorificación sin crítica de conductas dañinas cruza una línea ética.

El papel de los medios de comunicación y las redes sociales

En la era digital, los medios de comunicación y las redes sociales juegan un papel central en la difusión y popularización de la música. La inmediatez con la que se puede acceder a cualquier tipo de contenido ha modificado la forma en que consumimos música. Las listas de éxitos, los videos virales y los «influencers» determinan en gran medida las tendencias musicales actuales.

A su vez, las redes sociales han creado una cultura de la instantaneidad y la efímera. Lo que hoy es un éxito, mañana puede ser olvidado. Esta dinámica promueve una producción musical rápida y, en muchos casos, de baja calidad. El énfasis está en producir un «éxito» rápido en lugar de una pieza musical duradera y de calidad.

Asimismo, las plataformas de streaming, aunque han democratizado el acceso a la música, también han reducido la remuneración a los artistas, incentivando la producción en masa de canciones que se ajusten a las «fórmulas» populares, en detrimento de la innovación y la calidad.

El contramovimiento: resistencia y revalorización del arte musical

A pesar del panorama desalentador, existe un contramovimiento compuesto por artistas, críticos y consumidores que resisten la ola de banalidad musical. Estos defensores del verdadero arte musical buscan revalorizar la música como medio de expresión, comunicación y reflexión.

A nivel mundial, surgen festivales, colectivos y plataformas independientes que promueven géneros y artistas alejados del circuito comercial masivo. Estos espacios, aunque menos populares, representan un refugio para quienes buscan una experiencia musical auténtica y significativa.

Educación y conciencia: la clave para un cambio

La solución a largo plazo para contrarrestar el avance de la «música barata» radica en la educación y la formación de una conciencia crítica en los consumidores. Es fundamental que las instituciones educativas reintegren la educación musical en sus currículos, no solo desde un punto de vista técnico, sino también histórico, cultural y estético.

El objetivo debe ser formar individuos capaces de discernir, apreciar y valorar la música en todas sus dimensiones. Además, es esencial fomentar la investigación y el análisis crítico de la música popular, promoviendo debates y reflexiones que permitan a los jóvenes entender y cuestionar las dinámicas de la industria musical.

Conclusión final

La «música barata», más allá de ser un fenómeno aislado, es un reflejo de las dinámicas y valores de la sociedad contemporánea. En un mundo dominado por la inmediatez, el consumo rápido y la superficialidad, es esencial reivindicar el valor intrínseco del arte musical.

La música tiene el poder de conectar, emocionar y transformar. A lo largo de la historia, ha sido vehículo de revoluciones, expresión de identidades y espejo de culturas. Rescatar y proteger ese legado es responsabilidad de todos: artistas, industria, educadores y consumidores.

El desafío es grande, pero no insuperable. Con educación, conciencia crítica y una genuina valoración del arte, es posible revertir la tendencia y asegurar que la música continúe siendo una fuente inagotable de belleza, inspiración y humanidad.

*Aclaración sobre el término «barato» y su uso en este artículo: No se pretende hablar de una música cara y una música barata como extremos de una comparativa, sino utilizando el sentido etimológico de la palabra «barato» para designar una forma de «música comercial». El Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de Joan Cormoninas, señala la raíz etimológica de la palabra barata, entre otros significados posibles, como derivada del verbo «baratar», alterar el precio de algo para ganar dinero; es en ese sentido que está usada, aunque suene peyorativa no es la intención.