Jugar en la naturaleza | Por qué es importante educar en verde

Niños jugando en la naturaleza

En un contexto en el que la mayoría de la población vive en entornos urbanos, y en el que las dificultades de conciliar la vida profesional con la vida familiar hacen que los niños pasen una gran cantidad de horas en su propio mundo —sobre todo en esta época de encierro pautado— el contacto de la infancia con el campo queda reservado a salidas esporádicas de domingo, a menudo tuteladas por la mirada atenta de los adultos que, también desconectados del mundo natural, ven el campo algo demasiado salvaje y sucio, una amenaza donde sus hijos pueden hacerse daño, y les dejan jugar de forma limitada, con las constantes advertencias restrictivas de: “ten cuidado”, “no te manches”, “te vas a caer”…

Beneficios para los niños de jugar en el campo

Sin embargo, tal y como expone este artículo: mancharse, caerse de vez en cuando, subirse a los árboles, mojarse los pies en el río, usar palos, construir cabañas, jugar con piedras… es saludable.

Beneficios intelectuales

El mundo natural es un laboratorio de aprendizaje gigante y abierto. Los niños son científicos innatos y les encanta experimentar las vistas, los aromas, los sonidos y las texturas del aire libre. La naturaleza brinda innumerables oportunidades para el descubrimiento, la creatividad, la resolución de problemas y la educación.

La interacción con entornos naturales permite a los niños aprender haciendo y experimentar con ideas. En la naturaleza, los niños piensan, cuestionan y hacen hipótesis, desarrollando así mentes inquisitivas. Ya sea que estén juzgando la distancia entre dos rocas antes de saltar o considerando a dónde van los insectos en el invierno, los niños piensan constantemente cuando están en la naturaleza. Estas experiencias ofrecen un aprendizaje real y auténtico como ninguna otra cosa. A medida que los niños se arriesgan, intentan y fracasan, y vuelven a intentarlo, ganan resiliencia y confianza.

Beneficios emocionales

Estar afuera se siente bien. Los niños son libres de explorar, moverse y hacer ruido, todas formas deliciosas de autoexpresión que a menudo están restringidas en el interior. En la naturaleza, los niños pueden correr, saltar, brincar, brincar, trepar, rodar y gritar, lo que relaja y reduce la tensión, la ansiedad y la inquietud.

Además, la naturaleza realza la sensación de paz y, a menudo, resalta las cualidades de crianza en los niños. Muchos niños enérgicos reducen la velocidad para cavar un hoyo en la arena, ver a una mariquita gatear o pasar tiempo concentrado jugando con un palo en un charco de barro. Varios estudios  han encontrado que la exposición a la naturaleza puede reducir los síntomas del TDAH y la ansiedad, ver más información en este enlace saliente.

Beneficios sociales

Jugar en la naturaleza es una de las lecciones más completas que podemos regalar a un niño. Pasar tiempo con nuestros hijos y permitirles desarrollarse interactuando con una realidad “bella” y natural es una de las mejores inversiones que podemos hacer (de tiempo y de experiencias, no de dinero) para que nuestros hijos crezcan de forma sana.

Los niños nacen con un deseo innato de aprender y descubrir el entorno que les rodea. Por eso me entristece tanto que se les enclaustre en aulas cerradas aisladas del entorno natural, que se reduzca el tiempo de juego a la hora del patio y que tengan una visión del mundo exterior virtualizada y mediatizada por libros, ordenadores y tablets.

Todo lo que los niños tocan, huelen, oyen, ven y sienten deja una huella en su mente, en su alma, a través de la construcción de su memoria biográfica que pasa a formar parte de su sentido de identidad. Los niños aprenden mucho más a través del juego y del contacto con la realidad que a través de explicaciones abstractas, ya que en esta etapa de su vida la memoria semántica y la memoria biográfica no están diferenciadas.