El niño tranquilo y obediente no es siempre un niño feliz

Una niña callada y obediente

El niño tranquilo que mira desde una esquina y obedece de inmediato no siempre es un niño feliz, por muy «cómodo» que sea para las personas que lo rodean, e incluso para sus padres. A menudo, cuando sentimos miedo, desesperación o vergüenza, tendemos a escondernos de nosotros mismos en un rincón distante. Por lo tanto, es mejor enseñar respeto, no obediencia ciega que emana del mismo tormento que roba las identidades.

No nos equivocamos al decir que la cuestión de la obediencia está sobrevalorada e incluso mal entendida por muchas familias. Además, muchos padres con demasiada frecuencia dicen que «la garantía de la felicidad reside en la obediencia» . Y no hay escasez de padres que estén orgullosos de sí mismos cuando ven que sus hijos siguen las órdenes de inmediato.

La obediencia ciega no es lo mismo que la obediencia inteligente. Especialmente cuando es el miedo el que está detrás de este comportamiento obediente y sumiso. Si se le enseñas al niño que lo más importante sería complacer a los demás y dejar de lado sus propias necesidades, criterios y deseos, nuestro hijo será un niño infeliz y un adulto frustrado y encerrado en sí mismo en el futuro.

Tarde o temprano llegará el día en que este pequeño niño ya no se considerará valioso. Es posible que eventualmente deje de defenderse y permita que otros lo traten como les plazca.

El efecto negativo de la educación autoritaria

El tipo de niño que lo toca todo, lo mira todo y hace preguntas, niños que recorren las habitaciones con insaciable curiosidad, son niños felices. Por otro lado, también hay niños tranquilos y más restringidos, pero no tienen dificultades para vincularse. Todo lo que tienes que hacer es encontrar un tema que les interese, que ilumine sus ojos y demuestre la riqueza sensacional que llevan. Son niños introvertidos y felices.

Pero a menudo podemos encontrarnos con niños que evitan nuestra mirada. Parece que se dirigen a la siguiente esquina para pretender ser como si no estuvieran allí. Para sentirse a salvo de un mundo que no comprenden. Son aquellos niños que no protestan y en cuyo vocabulario no hay «por qué», no hay preguntas que exploren, no hay ojos que cuestionen los hechos.

Está claro que nuestros hijos necesitan límites y reglas estables. Pero el niño tranquilo, que siempre obedece sin discutir, es muy a menudo el producto de una educación autoritaria. Una educación en la que las reglas están determinadas por la amenaza y no por la inteligencia.

La inteligencia es para aquellos que no usan el miedo sino la empatía. Para aquellos que prefieren darles a sus hijos un sentido de respeto y la oportunidad de entender por qué ciertas reglas y regulaciones deben ser respetadas.

En este contexto, no debemos ignorar un hecho esencial: los niños necesitan entender la base de todo lo que se les exige. Si nos limitamos a imponer una obediencia innegable, perfilaremos personas inmaduras que siempre necesitan que alguien les diga qué hacer y qué tener.

Cómo criar a un niño feliz

Como padres o educadores, sabemos cómo decirle a un niño con voz autoritaria: «¡Haz eso ahora porque te lo digo!» Es un remedio que ahorra tiempo. Solicitamos urgencia y nos trae buenos resultados. Pero, ¿qué precio pagamos por él y cuáles son las consecuencias si exigimos obediencia inmediata haciendo uso de los gritos?

Los efectos son inmensos. Daremos forma a un niño con conductas tranquilas o desafiantes. Con una dinámica tan autoritaria, perdemos la esencia de lo que podemos construir con nuestros hijos, que es su confianza y autoestima.

Entonces, nos surge ahora la duda ¿cómo hago para que mi hijo me obedezca? Obviamente, eso no es fácil cuando solo lo hemos logrado mediante amenazas y castigos. Pero a veces la respuesta es mucho más simple de lo que parece: si queremos que nuestro hijo confíe en nosotros, si pedimos que nos obedezca, también aprendemos a confiar en él, aprendemos a respetarlo.

El respeto se muestra escuchando. Responder preguntas, argumentar, promover la reciprocidad. El respeto se gana teniendo en cuenta las necesidades, preferencias, idiosincrasias. Por lo tanto, es necesario dar paso a un tipo de obediencia inteligente, donde el niño entiende la razón de todo, internaliza las reglas y conoce sus beneficios antes de que tengan que obedecerlos.

Queremos niños felices, receptivos a su entorno, dispuestos a aprender. No los niños silenciados por la sombra del miedo y el autoritarismo.

3 comentarios

  • Totalmente de acuerdo. Intentamos poner a nuestro nivel a los hijos, porque nos es más cómodo hacerles creer que el mayor es el que sabe, y al que tiene que obedecer, que entender que también son personas, con sus emociones, sus frustraciones, sus miedos… Tendemos a minimizarlos, y restarles importancia. Calla que los mayores estamos hablando… No contestes… Como llores, encima te castigo… Hasta que no acabes el plato no te levantes… Claros ejemplos. Parece que no tienen derecho a replicar, ni tan siquiera a enfadarse por algo que crea injusto, por mucho que a nosotros nos parezca absurdo. O comer cuando se sienten llenos. Igual deberíamos enseñarles a diferenciar acerca de que es importante, y que no lo es tanto, y que Aprendan que emoción les mueve, y hacia donde sacarlo, que no castrar esa emoción. Igual hay que enseñarles que quizás enfadarse porque pierden una partida al parchis, es menos importante que enfadarse porque le han llamado la atención en el cole injustamente, por poner un ejemplo. Opino totalmente con tú, y creo que todos deberíamos ser más consciente. Un saludo

  • Yo cambiaría obediencia por escucha, porque pienso que la obediencia recae en el sometimiento

  • Hola tengo un hijo adolecente y nunca havia sido como ahora soy madre soltera y un familiar me conto cosas q me dejo boquiabierya el cual no creo q puedo hacer yo no quiero q mi hijo sea un mal hijo